Escuela libre de violencia

Las manifestaciones de violencia en las escuelas en general es un problema de larga data. Basta con repasar el argumento de la novela «Paco Yunque» de la autoría de César Vallejo, para confirmar que los colegios han sido escenarios de situaciones complicadas en las relaciones entre los alumnos. El abuso del chico que se cree superior y muchas veces la actitud esquiva del docente, y la pasividad del padre o madre de familia.
En esta época la violencia se ha visibilizado aún más y ha diversificado sus formas. En países de economías elevadas la violencia en las aulas ha superado la ficción cinematográfica y somos testigos virtuales de muertes de estudiantes en manos de algún compañero fuera de sí. O de abusos de profesoras seduciendo a un menor o viceversa.
Así estamos frente a un escenario complejo de manifestaciones de violencia en el interior de las instituciones educativas. Cada lugar con sus particularidades, como el caso del maestro que solía obligar a sus alumnos a arrodillarse sobre granos de maíz, para «corregirles» de algún mal comportamiento. O los «reglazos» en las palmas de las manos en la década de los 50 y 60. El estirón de «las patillas» en el 70. Y el «chobazo» aplicado en el área rural e indígena. Y así una larga lista.
En la actualidad te portas mal, te aplico un 05 en conducta del cual difícil te vas a recuperar. Extremos quizás producto de la impotencia del docente que ya no sabe cómo hacer para que el alumno entienda que la apertura al diálogo, la tolerancia, dentro de un sistema democratizador en las escuelas no es señal para sobrepasarse. Y el debate continúa. Las propuestas también.
Sobre este tema, en estos días en Lima más de cien niños de cinco regiones del país participan en el IV Congreso Nacional «Por una Escuela Libre de Violencia». Están analizando, debatiendo y proponiendo estrategias que contribuyan a la implementación de la Ley 29719, que promueve la convivencia sin agresiones en las instituciones educativas del país. La idea es lograr propuestas desde la perspectiva de las niñas, niños y adolescentes.
Este tipo de eventos ofrecen resultados en la medida que también se logre el efecto multiplicador entre la mayor cantidad de estudiantes. Si bien son aportes para la modificación y adecuada implementación de la indicada Ley, socializar los resultados del encuentro en la mayor cantidad de alumnos, es un acto que los haría partícipes de la búsqueda de soluciones a un problema en los cuales son protagonistas.
Las reuniones para el efecto multiplicador también deben ser programadas y que congresos como éste no se quede en una élite de estudiantes, que ‘sin querer queriendo’ se configura en una suerte de discriminación negativa en relación a sus demás compañeros y compañeras de aulas.