EL PERSONAJE DEL AÑO.

Hace dos tardes en la plaza 28 de Julio encontré pedazos de un semanario producido en la ciudad. Lo cogí y fui a sentarme en una de las bancas como esperar a una dichosa. Me fije en las noticias del periódico  y decía: los personajes del año 2011. Todos los personajes e instituciones aludidas como personas y organimos destacados pertenecían al entorno del diario. El mejor periodista: el director y así. Todos los que no le cayeron bien al dueño del semanario, estaban considerados como lo peor. Personalmente creo que esta es una manera muy subjetiva de hacer una elección tan significativa. Por eso, voy a editar mi revista para elegirme como mejor biólogo, mejor escritor, mejor columnista, mejor hombre, el más macho, etc. Esta lectura y reflexión que duró hasta las nueve de la noche, ya que la dichosa nunca llegó (creo que me engañó y se aprovechó de mi otoñal inocencia ya que me pidió para su pasaje en motocarro), me recordó lo ocurrido en diciembre de 1993. Llegó a la empresa donde trabajaba una felicitación de una empresa calificadora de personajes e instituciones gubernamentales y no gubernamentales y por supuesto 40 tickets de invitación a la premiación de nuestro jefe. El empresario me llamó alegre y me dijo: lee, ¿qué dices? Es mentira le contesté. Como te atreves, me contestó con furia, que te crees, me están eligiendo como el mejor empresario de la Amazonía, lo mismo a la empresa donde trabajas. Como eres mi amigo no te boto. Ahora, toma 400 soles y ve a pagar los tickets. Fui a un hotel cercano al ex cine Excelsior, ubiqué a un señor recontra elegante, bien vestido. Trató de invitarme un wiski, yo le contesté que no bebía. Le explicaba a que había ido. Saqué el dinero y le entregué. El hombre me entregó un recibo de constancia y selló los tickets para poder ingresar y cada uno con tres cervezas Pilsen. Me agradeció y me tiró un discurso sobre la empresa y mi jefe, un legítimo vendedor de sebo de culebra. Extrajo documentos de acreditación de muchas ciudades, fotos. Pero, a mí. YO que había sido ayudante de un mago en el mercado de Belén, no podía engañarme. Cuanto más hablaba y sacaba documentos menos le creía. Al despedirme, me fijé en algo que tiene el que aparenta, bien vestido, pero con una zapatilla de diez lucas, pintado con griffin. Este pata está comiendo vivo a la gente. El jefe reunió a todo el personal. Brindamos el acontecimiento con harta chela y gaseosa y a cada empleado le dio un bono económico para que compre su vestido para el sábado. El sábado  nos instalamos frente al local del agricobank, en la calle Condamine, creo. Nueve de la noche y no se escuchaba  nada. Por orden del jefe, iba a otear el ambiente. Le había redactado un bonito discurso para el agradecimiento. Diez de la noche, nada. Ya iban por dos cajas de cerveza. Once de la noche y nada. Cuatro cajas de cerveza. Doce de la noche y nada. Seis cajas de cerveza en el bar, y el dueño para vender más,  decía: Tengan paciencia ya van a venir. Una de la mañana y nada. Fui a mirar y no había nada. El guardián estaba cerrando la puerta después que jugadores de futbolito habían terminado su partido. No quise regresar al bar. Me largué a mi casa a dormir. Pero, no sólo mi jefe había caído en su propia trampa de egocentrismo, sino que durante la espera ingresaron periodistas, locutores, empresarios, chicas, poetas como el negrito de Requena, es decir un montón de personas que querían entrar al parnaso de la fama y sólo quedaron en ridículo. Algunos de ellos más precavidos sólo miraban en sus motos y carros y se retiraban. Muchos de los elegidos fueron acompañados de sus amigos y sus esposas e hijos. No sé qué pasó después, ya no fui a trabajar. Dos años más tarde la empresa de mi jefe, un gran amigo quebró  y tuvo problemas con la justicia por algo no claro con algunos organismos gubernamentales. Así que preferible, les aconsejamos tener mucho tacto antes de ir a una invitación elegida en este caso por codicia de un vivo, es decir, de un estafador. Es que a veces las luces de la fama ciegan a los que quieren llegar al templo de la fama. Y, no creer en las elecciones del tipo del semanario que encontré tirado en el suelo de la plaza 28 de julio, es por pura simpatía o porque quieren agarrar algo con el ego del elegido. Bueno, si fuese yo le mandaría a Dallas para que me llame desde allá. Cuidado con los cantos de sirena y con los vendedores de sebo de culebra. Pueden, eso sí, confiar en mi revista, ahí todos somos objetivos.