¡Qué tristeza! Muertos en pandemia identificados por estacas que vienen desapareciendo

  • Poder Judicial bien haría en mandar a la dirección de salud autorizar la exhumación de cadáveres.

Unos 350 o 400 cuerpos inertes de personas que murieron en pandemia Covid, fueron llevados (en muchos casos) sin consultar a los familiares, desde la morgue de los hospitales a un frigorífico ubicado en un CITE de la carretera Iquitos Nauta, para luego en una escena terrorífica de bolsas negras arrojarlos en un camión grande que los llevaría hasta su destino final: al mal llamado cementerio covid ubicado en el km 18 de la carretera Iquitos-Nauta.
Un campo aplanado simulacro de cementerio, al que ahora le han colocado un muro con una cruz encima, aparentando que es el ingreso a un cementerio y de cementerio no tiene nada. Es por ello, que la justicia debería acceder –cuanto antes- al clamor doloroso de muchos familiares que quieren la exhumación de los cuerpos de sus seres amados, para darles un entierro digno.
Siendo que ese campo no es un cementerio, no se puede ajustar a la ley de cementerios que puntualiza que después de un año se pueden ejecutar exhumaciones. Está fuera de ese contexto la losa gredosa aplanada y ahora a punto de desbarrancarse por las intensas lluvias que empiezan a caer. Por lo tanto, los cuerpos inertes están sometidos a un riesgo muy grande. La empresa contratada hizo las tumbas al estilo americano, una zanja larga donde metían a unos 50 a 80 cadáveres.
Este último sábado se pudo nuevamente visitar el lugar, indignante panorama para los periodistas. Lo debe ser mucho más para los seres queridos directos de los ahí sepultados, encima aplanados con un rodillo para luego colocar estacas que el viento está trayendo abajo, por lo tanto, la búsqueda de los cuerpos será una tarea titánica cuando ésta sea autorizada.
Y no solo eso, las zanjas mortuorias en vez de pegarse a la parte amplia del terreno, las hicieron hacia el barranco, hacia el vacío, faltando unos 5 a 8 metros para que llegue el desmoronamiento. Colocaron estacas y cintas “pajarrafia”, se supone para identificar a los muertos, ahora con el clima especial, se están perdiendo. Una insensibilidad descomunal por parte de las personas que idearon ese macabro entierro.
“Supuestamente ahí están nuestros seres queridos, nadie tiene la certeza que sea el cadáver de nuestros seres amados. Este lugar es bien lejos y no hay ni seguridad. Nos dicen una y otra cosa, nomás nos queda esperar que el poder judicial se apiade de nosotros y cuanto antes mande a la dirección de salud que nos permita exhumar los cuerpos inertes.
Mi padre se llamaba Raúl Sánchez Mendoza (68) era auxiliara en el colegio “Lily Vásquez”. De la noche a la mañana se puso mal, lo llevé a EsSalud y no nos atendieron, luego a la clínica Ana Sthal y tampoco nos recibieron. Lo llevé al hospital regional donde ingresó a las 4 de la tarde y a las 2 de la madrugada mi padre estaba muerto.
Al día siguiente fui a verlo para sacar su cuerpo, pero a las 8 mañana ya no estaba, lo llevaron a un frigorífico y después lo trajeron acá. Mi padre fue un buen hombre, no debió ser enterrado de esta manera, por años pagó su seguro social. Dicen que acá está, yo lucharé hasta el final para sacar de acá su cuerpo y llevarlo a dar un entierro digno” habló la hija del auxiliar que estaba el sábado en ese terreno aplanado que de cementerio no tiene nada.
Igual se encontró en el lugar a Jesús Portillo, su mamá Maggi (52) fue llevada al hospital regional donde duró 4 días. “No nos dejaban entrar porque estaba en UCI, pero yo iba todos los días temprano a averiguar, un día antes un médico me decía: “Está igual como la has traído”.
Porque a veces ni había médicos en el día que nos comuniquen cómo iban los pacientes. Yo no sé si murió o la desconectaron del respirador artificial. Fue un dolor muy grande cuando me dijeron que había muerto, ella aún era joven. Y encima me engañaron, me dijeron que el certificado de defunción lo podía sacar abajo, y cuando volví me dijeron que ya no estaba su cuerpo y que la habían llevado al cementerio covid, o sea, a este lugar tan horrible que no es cementerio.
Hoy toda mi familia seguimos con un dolor tremendo en nuestro ser porque no la pudimos despedir, no la pudimos velar, verla, la enterraron así nomás, seguro que en esas bolsas negras donde se bota la basura, eso es desastroso para nosotros” habló Jesús desde ese descampado.
Un descampado que parece paralizar a quien lo pisa, no por miedo o sensación similar, sino por constatar el corazón de hielo con el que actuaron todos los involucrados en ese “sepultericidio desalmado” como diría “Trespatines”. Pero en esta oportunidad sin arrancar una sola carcajada como acostumbraba generar, sino más bien lágrimas de tristeza, de impotencia al constatar el nivel de autoridades que cada 5 años elige el pueblo.
(Luz Marina Herrera Lama).