¿Pago por uso de tierras o consulta previa?

El gran dilema que hoy se hace más nítido ante la cercanía del punto final a la concesión entregada a la empresa argentina Pluspetrol para extraer hidrocarburo del Lote 1AB o 192. Petróleo que genera millones de dólares para el desarrollo del país, todos lo entienden así.
Lo que no se entiende es porqué el Estado en más de 40 años no se ha preocupado en cuidar que dicha extracción se haga de forma responsable y armónica con el medio ambiente y en respeto a la vida de las etnias originarias asentadas en la zona de explotación petrolera.
Ante ese atentado criminal contra el ambiente de los pueblos indígenas, los diversos gobiernos nacionales e incluidos regionales, han permanecido sentados como «convidados de piedra» o como un capitalista acérrimo al que le interesa recoger la riqueza producida y no conocer lo que ocurre alrededor de la faena mencionada.
Gobiernos que interesadamente han desmembrado, han desraizado a todos los nativos de sus derechos ancestrales, poniéndolos a un lado con el respectivo clisé de que ellos pueden vivir en esos territorios, pero que el Estado es el dueño absoluto del subsuelo de donde se extrae el oro negro.
¿Qué pasaría si alguna empresa encuentra petróleo en el corazón de una empresa privada? ¿Ustedes creen que no consultarían a los propietarios la posibilidad de extraer el hidrocarburo? ¿Y creen que los propietarios no demandarían una suma económica exorbitante por permitirlo? Claro que sí.
Sin embargo, a las comunidades indígenas asentadas en el cordón productivo del valioso petróleo, se les viene «meciendo» sempiternamente con el cuento que convocarán a consulta previa a ver si dejan o no sacar el líquido negro. Ya se conoce que ellos sí quieren que exploten dicha riqueza, lo que exigen es que se haga con responsabilidad para que sus generaciones no sigan muriendo.
Y lo que el Estado debe cumplir (sin tanto diálogo de por medio) es pagar una suma millonaria a los dueños ancestrales de las zonas petroleras. O convertirlos en accionistas de la empresa explotadora, como se ha hecho con los indígenas de Estados Unidos. Nada los diferencia con los sudamericanos que ya no soportan más olvido, abuso y atentados contra su vida y contra su cosmovisión.