Nueva Constitución

En los temas de legalidad y más todavía en los llamados de rango constitucionales, por lo menos un 60% de la población de nuestro país no estamos en el nivel de entrar de opinólogos calificados, pero como nuestro corazón late por el bien del país y nuestro sentido común está muy despierto, podemos entrar al círculo de emitir nuestras impresiones. Faltaba más.
Es así que damos una mirada a lo que viene sucediendo primero, acá, que desde la campaña electoral rumbo a la presidencia nos han querido vender la idea de que tocar la Constitución que rige desde el año 1993, es como un “pecado”, es tan “perfecta” que nadie puede pretender modificarla, menos cambiarla.
Además, que quienes piensan en eso de cambiar la Constitución Política del Perú, seguramente son los “rojetes”, los “pro senderistas”, y una larga lista de adjetivos que insultan y ofenden, claro, que tanto los de derecha como los de izquierda, del centro, políticamente hablando se agreden verbalmente, eso ya parece normal.
Pero, no estamos en esas ubicaciones, estamos hablando desde nuestra postura ciudadana libre de influencias partidarias, lo que no quiere decir que no tengamos en nuestro corazón y acciones ideas de desarrollo en democracia, con respeto y apostando por el crecimiento de cada uno de nosotros los peruanos respectando las leyes y la libre competencia sin “abusos”, ni “avivatos”.
En ese marco de respeto, desde hace mucho tiempo que pensamos que la Constitución merece una revisión, cambios, modificarse, actualizarse, porque además tiene contenidos que no favorecen equitativamente a los peruanos y peruanas, además con vacíos y conceptos a la medida de favorecimientos que afectan los intereses nacionales.
Pensar en la reformulación de la Constitución es un proceso tan natural que pasa además por la aprobación o no de lo cambiado. Entonces, cuál es el interese de satanizar una práctica que es natural desarrollarlo en el marco de un sistema democrático. Es que los “pensadores” del país apelan a un alto por ciento de poca preparación académica de nuestros compatriotas, o a gente fanatizada en una postura radical, para rechazar e ir en contra de este proyecto.
Solo giremos al sur de América y encontramos a un Chile que viene llevando con civismo el avance de sus 155 miembros elegidos para la Convención Constituyente, que tiene por único objetivo redactar su nueva Constitución, no afectando las competencias y atribuciones de los demás órganos y poderes del Estado, y se disolverá una vez cumplida la tarea que le fue encargada. Eso es un modelo a seguir adaptado a nuestra realidad.