El mundo está viviendo le desgracia de la violencia. El planeta se estremece en cada explotar de las bombas. Las grandes ciudades son presa del terrorismo con atentados masivos que luego son reivindicados por el fanatismo religioso. La humanidad está a punto de llorar sangre cuando se desate una tercera hecatombe, que podría ser la destrucción de todo lo que el hombre ha ido construyendo en miles de años.
En lo nuestro, la violencia también es pan de cada día. Violencia en las calles de fatales consecuencias propiciadas por bandas delincuenciales que se enfrentan a la autoridad a punta de bala, con los resultados que todos conocemos.
Todos los esfuerzos que se hacen por controlar este flagelo de la inseguridad ciudadana son pocos, por no decir vanos. La ciudadanía, la población de esta ciudad que vive con el temor del asalto a mano armada decidida a matar, piensa y expresa que el accionar policial contra la delincuencia debería continuar como ha estado llevándose a cabo en los últimos días, sin desmayar un día en perseguir a todo aquel que ponga el peligro la vida de las personas.
Ayer, a nivel nacional, se ha realizado una marcha contra la violencia como una expresión de repudio a los malhechores y una llamada de atención a nuestras autoridades para que dediquen sus esfuerzos a combatir la delincuencia.
Desde todos los frentes, de las más diversas formas, el pueblo habla y dice su pensamiento y su sentir, al que hay que tomar atención y responder con mejores esfuerzos a sus reclamos.
Que la violencia es mundial, sí, pero en lo nuestro, aún estamos a tiempo de que no nos tome como mansos corderos.