Repugnan las aulas

Estamos con ustedes chicas, así salga una mente retorcida a tratar de descalificarlas tratando de hacerlas ver como que entregan su intimidad a cambio de notas en la universidad o en otra escuela superior. Ese no es el caso de las que han tenido la valentía de denunciar y no se han dejado chantajear, a pesar que su presente y futuro depende del avance en sus estudios superiores a través de las calificaciones. Claro, de la evaluación que su esfuerzo merece y no la que impone falsamente un abusivo que hostiga sexualmente.

Hoy saldrán a las calles en una manifestación, y estarán acompañadas de sus compañeros de estudios, que como ya se conoce también en algunas universidades se han rumoreado casos no denunciados donde los hombres estudiantes también recibirían propuestas sexuales a cambio de notas por parte de docentes homosexuales. Ellos también entonces sufren de hostigamiento. Es lamentable que este tipo de delincuentes estén protegidos con la fachada de docentes universitarios. En hora buena que haya autoridades académicas probas que aplican sus reglamentos en defensa de sus alumnos.

Felizmente tenemos maestros ejemplares, pero se tienen que luchar abiertamente contra quienes intentan aprovecharse de su condición de superioridad para afectar física y psicológicamente a nuestra juventud estudiosa, que ya bastante tiene al ver cómo la corrupción nos carcome día a día en diversos espacios del qué hacer local, regional y nacional, en las diversas entidades.

Cuánta decepción pasa por la mente de ellas y ellos, acaso no somos los adultos que les debemos protección y buenos ejemplos. Es hora que se ejerza con firmeza la aplicación de las sanciones a quienes se les descubra en actos como el hostigamiento o acoso sexual, para poner la nota aprobatoria, o aun mereciendo una nota aprobatoria lanzar el chantaje sutil de poner una mala, para conseguir el vil objetivo.

Ya es tiempo que los jóvenes aprendan a recoger las pruebas suficientes, que la tecnología además lo permite, como para que sus denuncias no se pierdan en las imprecisiones de leyes amañadas, quien sabe “corregidas” por algún abusador también, o aprobadas por mayorías de abusadores encubiertos, que muestran ser señores, pero que merecen en realidad nuestra repugnancia. El señorío no se adopta, se gana con actitudes correctas.

Es momento que las leyes sobre hostigamiento sexual y otras formas de agresión relacionas, contra mujeres o contra hombres sean bien especificadas en las normativas, que se tengan que reformular, modificar, revisar, replantear; para que nadie luego de ser pillado se libere fácilmente del agravante cometido amparándose en vacíos legales y peor aun ridiculizando a la víctima. Ni una universitaria más acosada sexualmente. Denuncien chicas.