Rearme moral

Cuando estábamos por creer en la rectitud y mano dura de la más alta autoridad regional de educación, se abre la caja de Pandora de ese convulsionado sector y salta impulsado por un resorte el tráfico de influencias, que, según denuncia aparecida en la edición de ayer de nuestro diario, se estaría dando en esta repartición que, como ente rector de la educación de nuestro pueblo, debería ser más bien incólume, limpio y transparente como vívido ejemplo de decencia y honestidad para los educandos.

 

La contratación de personal de jerarquía, sin el debido cumplimiento de las normas y requisitos exigidos para ocupar un cargo sumamente importante, cuasi otorgado sólo por el mérito de su cercanía amical con otro alto funcionario, quien no puede otorgar así por así tal homenaje a la amistad, sirviéndose de una repartición pública.

 

Esta no es la primera ni la última tropelía que se da en una institución del Estado. Cuántos casos no habrá escondidos en otras direcciones, solapados por el compañerismo y muchas veces por la familiaridad existente entre quienes dirigen un sector y su parentela.

 

En estos casos, las instituciones se manejan como hacienda propia, donde los familiares y los más cercanos amigos disfrutan de un puesto, muchas veces de favor, porque el empleado es de poca o ninguna valía.

 

Nuestras autoridades, quienes tienen la responsabilidad de conducir el gobierno y el destino de nuestros pueblos, y cada uno de nosotros, simples ciudadanos, necesitamos de un urgente rearme moral, que nuevamente nos lleve a tener como guía de nuestras vidas los valores humanos, lo que  nos permitirá crecer como personas, para así dejar de vivir en una sociedad donde la mentira y la violencia campean. Heredemos un mundo mejor a nuestros hijos.