Lacitos de Luz

Hasta no hace mucho tiempo, ser portador del VIH era un estigma que la persona afectada tenía que sufrir la marginación hasta de su propia familia, que temía ser contagiada por tan peligroso virus.

Poco a poco, las campañas realizadas por la Organización Mundial de la Salud han ido surtiendo efecto en la población  sana sobre cómo vivir en casa con quienes tenían la enfermedad. Por otra parte, el tratamiento ha ido, paulatinamente, haciéndose de más adelantos  científicos, de mayor capacidad para enfrentar a las consecuencias de la enfermedad, hasta  que hoy los retrovirales son de gran ayuda, manteniendo al portador apto para desarrollar sus actividades normalmente, mejor aquellos que se han acostumbrado a convivir con el mal, siguiendo las indicaciones médicas al pie de la letra.

Pero más allá de quienes adquirieron la infección por razones que ya no vienen al caso comentar, están los niños que han venido ya con el mal, por haberlo  contraído en el seno materno. Ellos, sin la menor culpa, tienen que llevar a cuestas los errores de sus padres. Pero que sepan que no están desamparados, que hay personas de un inmenso corazón que trabajan porque ellos tengan las atenciones debidas y que estén bien cuidados.

Aquí hay que destacar la gran labor social de Silvia Barbarán, una mujer que ha dedicado su vida al servicio de quienes, como ella, padecen lo que nunca imaginaron. No solo nosotros somos testigos de sus desvelos, de su interés, de su desprendimiento, de sus incansables gestiones para llevar a los mayores y a los niños un día mejor que ayer, a través de lo que consigue, mediante la Asociación Lazos de Vida.

Es así que después de haber logrado, sin mucho esfuerzo, la aceptación del presidente regional para que este organismo done una casa hogar donde albergar a los niños de Lacitos de Luz, el sábado próximo pasado Iván Vásquez, en compañía de su esposa Maggie, quien también trabaja en ese sentido como presidenta del Comité de Damas del Gobierno Regional de Loreto, hizo entrega del inmueble para los pequeños, al que ahora, Silvia se ha propuesto convertirlo en una casa de tres pisos. Que Dios abra más corazones bondadosos y que este nuevo sueño lo haga realidad para bienestar de los niños.