Desesperados

La delincuencia común en nuestra ciudad es un tema cotidiano al cual hasta nos estamos acostumbrando, pero eso no quiere decir que lo toleremos, para nada, lo rechazamos con firmeza y hasta con mucho enojo.
A ello se suma la impotencia de querer solucionar, pero cómo, si no es nuestra competencia, pero la indignación es tal que decimos repetidas veces que haremos justicia con nuestras propias manos, lo que suena temerario y demasiado aventurado.
Hasta ya se han estado dando reacciones en ese sentido, cuando agarran a un ladrón y lo palean, amarran de un poste hasta que llegue la policía, que por cierto llega y cumple con su trabajo de liberar al delincuente de la acción de los ciudadanos y conducirlo para las diligencias de ley.
Violentar al ladrón es un acto que surge de la desesperación de que en la ciudad cada día aumenta los robos y asaltos, tanto en la zona urbana como en la zona semiurbana y rural. Mientras en la ciudad se llevan miles de soles en los asaltos, celulares, motos y pertenencias personales de los “pepeados”, en los asentamientos humanos se llevan balones de gas, gallinas, carretillas, televisores, etc.
Todo es de gran valor para las víctimas y la mayoría no recupera nada, simple y llanamente desaparecen del mapa los delincuentes de diferentes tipos y las diversas pertenencias, frente a la impotencia de todos, porque nos afecta de diferente forma, ya que aparte de la pérdida material, también es el impacto emocional otra forma de ser afectado con lo que pasa en nuestra región, en menor o mayor grado.
Se conoce del esfuerzo de los policías, pero seguimos pensando que un brazo clave para la lucha contra la delincuencia está faltando y se trata del personal táctico. La inteligencia policial con investigación a profundidad, con capacitaciones y el presupuesto necesario para enfrentar bandas que manejan tecnología actual. Es parte de la lucha para lograr la pacificación que conlleve a la verdadera seguridad ciudadana.