Clase media vulnerable

“Uno de los fenómenos sociales de mayor impacto en la economía, es la capacidad de compra de las familias; es decir, la cantidad de dinero que dispone, ya sea en efectivo o cualquier otro medio de pago que le permite al ciudadano garantizar un gasto con un respaldo para su reposición”, nos señala que una de sus últimas publicaciones el economista e investigador loretano Roger Grandez Ríos.
Precisa, respecto a esta capacidad de compra, “teniendo en cuenta su flujo de ingresos producto de su esfuerzo intelectual, de transformación y físico y/o un patrimonio constituido; pues el ciclo de vida de las personas comienza con la alimentación, luego se incorporan salud, vivienda, educación, empleo y jubilación.
En lo últimos 31 años en el Perú (1990-2020), la riqueza acumulada, que es el esfuerzo productivo de la economía en la producción de bienes y servicios, conocida como PBI, fue de 116.4 por ciento, esto permitió un acelerado proceso de desarrollo de capitalización de rentas y de patrimonios expandiéndose más allá de la frontera de la gran Lima como centro hegemónico, al constituirse negocios de gran tamaño en las principales ciudades del país y con ellos una mayor presencia de medianos y pequeñas empresas locales trabajando y fortaleciéndose en función de un sistema económico de mayor dinamismo y trascendencia.
Es dentro de este proceso que la clase media, entendida de aquel grupo social que tiene y genera renta y patrimonio, comienza a expandirse sobrepasando ligeramente el 33 por ciento de la población total como clase media consolidada , y este es el principal soporte de la economía, pues no depende de los ingresos producto de un trabajo remunerado que se vio extremadamente vulnerable en la pandemia, donde miles de empleos fueron pulverizados por la encerrona durante los primeros 5 meses de la pandemia en el 2020, del cual todavía no se puede reponer ni recuperar.
Este grupo poblacional (clase media vulnerable) representa el 42 por ciento de la población que cayó en desgracia producto de la pandemia, cuyos ingresos, en términos generales, aumentaron en la tercera parte respecto al acumulado del PBI (116.4%).
Son estas desigualdades que ahondan los conflictos sociales, dando motivos a los argumentos políticos revelados y satanizados en la segunda vuelta electoral presidencial 2021. La trayectoria de crecimiento en la fuerza generadora de la riqueza nacional viene perdiendo fortaleza desde el 2014, y le fue fatal en el 2020 cuando aterrizamos de emergencia con una pérdida de producción de 11.5 por ciento, y para este 2021, se proyectaba una recuperación de 10 por ciento condicionado por la continuidad en el proceso de vacunación, en medio de un mundo inmunizado contra el Covid-19 hasta alcanzar su movilidad total.
Sin embargo, los eventos políticos durante el proceso electoral de segunda vuelta evidencio la polarización de la sociedad, perfilando un país dividido y con altos riesgos de volverse ingobernable por efecto de los estallidos sociales y políticos. El nuevo gobierno hasta el momento no muestra ninguna garantía de estabilidad política y social, muy por el contrario viene elevando la desconfianza total en todos los sectores de la actividad económica, con el consiguiente efecto en la inestabilidad monetaria siendo una dinamita para elevar los precios de la canasta básica de consumo familiar.
Si el control de precios es el principal enemigo de la clase empresarial, la inflación lo es para el Estado porque trasciende en la capacidad de compra de la población en la medida en que los sueldos y salarios son relativamente estables en el marco de una política laboral difuso, en los extremos que le sobrecarga los costos a la actividad empresarial y, al mismo tiempo, le desprotege a los trabajadores; de ahí que la informalidad laboral supera lo inimaginable estadísticamente, e incluso llega a meterse en el mercado laboral formal”. Un importante aporte al análisis del contexto socio económico actual.