Casos extremos

La salud mental ha venido sufriendo un deterioro paulatino que se hace más notorio actualmente en nuestras calles, por equis razones, por pandemia, etc. Lo vemos en Iquitos, son gente que están sin “rumbo”, con leve o grave trastorno, no lo sabemos, lo tendrían que determinar los especialista de salud mental.
Acá, donde hay mayor densidad poblacional en extrema vulnerabilidad es donde se ve mayor cantidad de enfermos mentales que no tienen quiénes los conduzcan hacia un lugar de rehabilitación, donde puedan tener una nueva oportunidad para ellos, para sus familiares y para una sociedad en calma, y de un buen nivel educativo que no permita este abandono.
En otras ciudades de la región, de igual forma tendrán casos que atender en cuanto a las personas que tildamos de “locos” al verlos en las calles en condiciones deplorables, inhumanas. Son jóvenes, de mediana adultez, hombres, mujeres (hasta una embarazada con una niña de 3 años a su lado) y adultos mayores, cuyos pasos por la vida se nublaron.
¿Qué nos pasa? Acaso, no nos conmueven esas vidas callejeras. Primero, reiterar el llamado a las dependencias del Estado que tienen en sus funciones atender a estos ciudadanos y ciudadanas que necesita la atención del sector público. De igual manera, las organizaciones de ayuda humanitaria deberían recordar esa función a quienes corresponda.
Claro que no va faltar quiénes con razón digan ¿y sus familiares? Creemos, que se trata de los casos extremos, de los que ya no soportan las cuatro paredes de las casas, o se expulsan solos o los sacan y cierran las puertas, porque las familias no saben qué hacer sin recursos y se quieren proteger de agresiones. Estas actitudes no se justifican, pero, es lo que sucede, es una dura realidad.
En diversos países del mundo, tienen una mayor protección a los ciudadanos, los programas sociales funcionan muchísimo mejor. No permiten ni mendigos, ni personas con trastorno mental en sus calles, menos su niñez en situaciones de vulnerabilidad que de inmediato los abordan y conducen a centros especializados para el respectivo tratamiento.
Somos un país y una región que no prioriza debidamente la inversión en su capital humano, en ese rubro social que bien tratado nos va llevar a mejorar la gobernabilidad y a lograr una mejor calidad de vida. Una vez más decimos que falta invertir en el capital humano.