Agotados ya los argumentos, unos moderados, otros políticos y los más confrontacionales y lesivos a la dignidad humana, avizoramos ya en lontananza, el desarrollo de la segunda vuelta electoral, que examinada en su contexto general, nos enseñará que la segunda vuelta electoral es un absurdo que debe desaparecer, por razones que expondremos en próximo capítulo siguiente a éste que ahora obra en sus manos.
Oteando el horizonte político para el suceso de mañana, nos encontramos con un panorama sumamente controvertido, dada la visión que acompaña a ambos candidatos en sus aspiraciones presidenciales que, dígase de paso, se encuentran lo suficientemente cotizadas como para permitirse cada uno de ellos asegurar el triunfo.
Tanto Keiko como Humala cerraron ayer su campaña, con concurridos mítines que permiten confiar en el triunfo, pero ¿para cuál?, la respuesta recién la tendremos en la tarde de mañana domingo, una vez que el soberano o sea el pueblo, haya depositado su voto a favor del candidato de su preferencia.
Si examinamos el complejo trabajo desarrollado por los principales actores del guión electoral, encontraremos que a la promesa anhelada y el ansia de triunfo, se sumó el consabido epíteto que hostilizó al contrario, haciéndole reaccionar airadamente, hasta estacionarse en un vertedero de escatológicos términos que finalmente llevaron a la confrontación ideológica y al desconocimiento de que lo que se trataba era una elección política, democrática y civilizada; debiendo reconocer que menos mal, a la hora nona llegó el equilibrio emocional y así el certamen electoral mañana podrá desarrollarse sin inconvenientes ni obstáculos de ningún género y quien salga ganando ojalá sea el pueblo peruano.