Desastre ecológico iquiteño

Reír y llorar, así es el fútbol, el deporte que más llama la atención en nuestro país y que es capaz de silenciar las calles durante el tiempo que se desarrolla, porque “todo el mundo” literalmente está frente a su televisor mirando el partido, y es lo que ocurrió anoche en Iquitos. Es un tema deportivo, bien, pero tenemos una agenda social que también requiere nuestro decidido respaldo.
Y es que, lo que tenemos mañana, al margen de posturas políticas o institucionales, es una movilización para exigir como ciudadanos que se detenga el inicio formal de un inminente desastre ecológico en la cuenca del río Nanay, con la concesión minera que varias instancias del gobierno otorgaron a una empresa, que ha resultado un escándalo.
Esperamos que esta vez las calles no se silencien, sino, se llenen de ciudadanos que con todo derecho desean no afectarse en un probable futuro cercano con la contaminación de las aguas fluviales que representan la vida, pero contaminadas sólo traen una muerte lenta y caos social.
Todos sabemos el desastre ecológico que la minería aurífera fluvial ha ocasionado en la región también selvática de Madre de Dios, y todo el mal social que generó durante muchos años y las consecuencias se sufren hasta la actualidad. Como que también ha enriquecido a mucha gente de forma ilegal y causando horrores en la naturaleza de esa parte del país, a esos no les importa nada, y ojalá les cayera todo el rigor de la ley, como a quienes permitieron el otorgamiento de la referida concesión minera en el Nanay.
No queremos ni imaginar a una cuenca del Nanay afectada gravemente por la contaminación que ocasionaría la minería ilegal, más teniendo en cuenta que se trata de ese maravillo río que la empresa potable de Iquitos se abastece de agua para luego del tratamiento distribuirlo a unos 700 mil habitantes.
Esa cantidad de personas estamos en grave riesgo de quedarnos sin el agua para nuestras actividades cotidianas, como sufren actualmente muchos loretanos en las comunidades rurales e indígenas que, en esos casos por contaminación petrolera a sus fuentes de agua, sufren la carencia del líquido vital, así como las afectaciones a su salud.
El impacto negativo es muy amplio porque la minería artesanal de oro contamina con altas concentraciones de metilmercurio que llega a los pescados que consumimos, afecta la calidad del agua haciéndola más turbia por sedimentos suspendidos, y esto último ya viene ocurriendo por el avance de la minería ilegal en el Alto Nanay desde hace muchos años. Fuimos advertidos, pero no hicimos caso, todavía estamos a tiempo. Defendamos el río Nanay que es nuestra fuente de agua.