La sociedad iquiteña está pasando por uno de esos momentos desagradables en que todo se junta para hacernos ver que no nos estamos llevando bien.
Una ola de intentos de suicidio por parte de adolescentes que quieren hacer de su vida un infierno, sin atender los consejos paternos, involucrados en amores tempranos o en la toma de decisiones apresuradas, cuando sienten la autoridad de sus padres, deciden acabar con su existencia tomando sustancias tóxicas.
Violaciones a menores de edad por parte de familiares cercanos y hasta a niños de escasos años por parte de personas de avanzada edad, dicen las aberraciones que se pueden estar cometiendo hasta en su casa, las que algunas son alertadas y otras permanecen ocultas, sin que pueda castigarse a los que cometen semejante salvajismo.
Jóvenes que ante la falta de dinero para comprar droga, se dedican al asalto o se auto infligen daños corporales para conseguir su propósito, nos revela una pérdida de autoestima total que nadie quisiera tener entre sus hijos.
La incesante trata de personas por parte de gente inescrupulosa que ha hecho del esclavismo un medio para ganar ingentes cantidades de dinero, exponiendo a muchachas a la prostitución, quienes son sacadas de sus hogares con el cuento del trabajo bien remunerado.
Todos estos cuadros dolorosos son fruto de una sociedad decadente, huérfana de valores que ha perdido el norte de la moral y las buenas costumbres.
Es este el panorama sombrío, derivado de la pobreza, que deberían tomar en consideración los candidatos a cargos públicos, comenzando por un rearme moral en las instituciones públicas, en la población a través de mejores propuestas educativas, en las iglesias que deberían infundir un mejor sentido de la fe en un destino mejor.
Eso se debería tomar en cuenta si es que queremos construir una patria mejor para vivir mejores días en el futuro.