Acosos sin fin

Parecen no tener remedio, pero los casos de acoso, tocamientos indebidos, violaciones, todos estos delitos que derivan a lo sexual, son temas del día. Se presentan en la zona urbana, semiurbana, rural (campesina e indígena); lo cierto es que sigue la larga lista de denunciados, procesados y sentenciados.

A estos delitos graves se suma uno con fatalidad que es el feminicidio, que como muchos hemos ido reconociendo poco a poco, se trata de dar muerte a una mujer por su condición de serlo y por provocarse la muerte en el contexto de sus actividades sea como mujer, madre, hija, esposa, profesional, trabajadora, sea en el ámbito en el que se mueva.

Y los niveles de violencia que se van asimilando en el hogar, porque la agresión no solo tiene que ser visible para configurarse como tal, vale decir a las marcas que deja la violencia física; hay otra forma de violencia tan igual o peor de dañina, que es la violencia psicológica. Esta para muchos es la más dolorosa, porque el desprecio, el insulto, la indiferencia, matan el alma y alientan situaciones de autoeliminación.

Un muestra que no tiene que ver con las formas de violencia sexual, pero sí con la violencia psicológica es lo revelado antes de suicidarse por una niña de apenas 11 añitos de vida, cuando dijo que no recibía amor, cariño, por su mamá, por sus familiares, que no la querían; se sentía ninguneada. Era como si no existiera porque los que le dieron la vida no le prestaban atención. La indiferencia, es una forma de violencia que anula a la persona.

Esto solo como una muestra de esa forma de violencia psicológica que mata el alma, pero la que deja cicatrices físicas, no es que deje de ser dañina, para nada, y es algo que ocurre a diario en nuestra ciudad, región y país. Es también un problema educativo, de concepciones equivocadas que se han ido construyendo en muchos cientos de años, en relación a la mujer.

Y siempre nos estamos preguntando qué estamos esperando para combatirlo desde los diferentes espacios de la sociedad. La respuesta de hecho la tienen en el Ministerio de Educación, en el Ministerio de la Mujer y en el Ministerio de Economía, más directamente. Allí existen programas y proyectos, pero que lamentablemente no causan el impacto requerido por la debilidad con la que se hacen públicas. Pasan desapercibidos. Se podría decir que es parte de una política de Estado restarles importancia. En este escenario es complicado combatir con las diversas formas de violencia sexual y familiar.