Nada de lo que se haga en materia de seguir gobernando con lo que tenemos será suficiente, mientras no hagamos los cambios necesarios a un sistema que colapsó hace mucho tiempo, ya que ha sido concebido a la medida de cómo la gente del poder político de turno se llene los bolsillos, a costa del empobrecimiento de todo un país, atentando contra su desarrollo y sentenciando a muerte su futuro.
Y es que los sinvergüenzas saben muy bien lo que hacen, por eso lo mal ganado lo invierten en cuentas en el exterior para cuando se dé el momento emprender la huida. Esto dentro de las posibilidades de la megacorrupción, pero la pequeña y microcorrupción se asegura de otras formas, aunque en lo que coinciden es en el acomodo de familiares y allegados como proveedores y trabajadores en las esferas del Estado.
Casi todo está torcido en nuestro país, y la verdad que tenemos que empezar por cada uno de nosotros que también tenemos “pecadillos” con tufo a faltas que agravadas podrían configurar en corrupción, pero felizmente podemos dormir tranquilos porque nos esforzamos en ser lo más correctos posibles y nos repetimos diariamente que tenemos que apostar por el cambio real y profundo en nuestro amado Perú.
En ese contexto y con la protesta de miles de peruanos en las calles, se vienen dando signos importantes que vamos por buen camino, pero muy alejado todavía de lo que servirá para cambiar la imagen interna y externa de lo que somos y hacemos. Ahí se van dando pasos. Y tenemos que seguir alertas, falta mucho, mucho, mucho más.
Acompañemos en esa ruta a las autoridades de turno, exijamos que se siga haciendo sentir el poder de la opinión ciudadana, que influya como estamos experimentando, y que se consolide. Hemos estado muy ajenos a lo que ocurría con los gobiernos. Nos pusimos de cómodos cuando salían expresiones como “que roben, pero que hagan obras”. Se la creyeron, y no solo robaron, sino que hicieron pésimas obras, de tan mala calidad, que hasta lo hecho hace miles de años sin tecnología de punta resultaba mejor realizado. Vergüenza ajena sentimos.
Nos estamos recuperando como colectivo social, pero debemos seguir. Es nuestro deber cívico con la Patria, con el presente y futuro de nuestros hijos, nietos y bisnietos. Por lo que la recomposición del Estado y quienes lo representan están en emergencia, así como el giro en la pertenencia como Nación, donde las empresas claves estatales que fueron privatizadas tenemos que recuperarlas, desde una mentalidad ganadora, de Empresa-Estado-Exitosa. Recursos tenemos, inteligencia también, visión también. A trabajar se ha dicho.