La corrupción corroe el Estado de Derecho

Ayer, en el mundo se ha conmemorado el Día Internacional contra la Corrupción, fecha tan significativa en la vida de los países, pero que no ha tenido los bombos y platillos que a fechas intrascendentes se les da.

La corrupción es un mal endémico en todas las actividades humanas, lo que últimamente se ha generalizado, sin dejar de afectar a instituciones que uno jamás ha podido pensar que podrían estar dirigidas por la corrupción.

A propósito de la cercanía de un nuevo proceso electoral nacional, debemos recordar que uno de los espacios afectados son, precisamente, los procesos electorales, donde la corrupción siempre está presente distorsionando la voluntad del elector.

La corrupción afecta decididamente el desarrollo económico, desarticula la inversión, porque al no haber confianza en un país ya nadie quiere invertir. Por otra parte, los grandes consorcios, para conseguir sus objetivos de posicionarse de un mercado, echan mano a la corrupción, obteniendo rápidamente sus objetivos. Mientras que las pequeñas empresas no pueden acceder a los grandes negocios, porque no pueden pagar los sobornos, que alcanzan más allá de lo que tienen como capital.

Los escándalos como consecuencia de la corrupción han alcanzado a la Iglesia Católica, en aspectos morales como financieros, lo que ha mellado el prestigio de esa institución.

Otro, últimamente, es el caso de los dirigentes de la FIFA que aceptaron coimas para favorecer inversiones publicitarias de las grandes empresas transnacionales.

En el ámbito local, es común que la corrupción esté presente en las obras públicas que no tienen calidad, porque el pago de coimas rebaja los presupuestos de la compra de buenos materiales.

Recordar esta fecha debe ser motivo de reflexión en lo dañina que es la corrupción en la vida de la población, porque ella alienta la pobreza, la creación del crimen organizado, la violación de los Derechos Humanos y otras amenazas de la seguridad individual y colectiva.