LA IQUITOS QUE VISIONO MIENTRAS CAMINO POR LOS JARDINES DE UNA SOCIEDAD SOÑADA.

Por: Luís Roldán Ríos Córdova    rioscordova2010@hotmail.com

 

Acabo de llegar a Iquitos. Un conjunto musical vestido a la usanza étnica nos recibe con alegre música regional que nos da la sensación de ser bienvenidos.

 

Nos abordan formalmente vestidos, elegantes, finos y gentiles servidores para trasladarnos a la ciudad.  Iniciamos el recorrido a través de un tránsito ordenado por una de las avenidas más modernas, limpias y hermosas de las muchas que dicen se ve en la ciudad. Puedo observar cómo los conductores respetan el ámbar y el rojo de los semáforos con una vocación ejemplar de respeto por las señales de tránsito en medio del cual los peatones se muestran increíblemente respetuosos para cruzar por las esquinas y los espacios señalizados.  La tranquilidad de las calles despierta mi curiosidad por la  exquisita sensación que produce en el alma la paz que da el silencioso tránsito.

 

Regresé a Iquitos después de mucho tiempo de haberla dejado caótica y bulliciosa, vine con la idea de visitar un albergue turístico por uno o dos días y de allí al aeropuerto. No tenía planes de quedarme un día más.

Pero. Como pasaban las horas comencé a percibir otra realidad. En algún momento pensé que me embarqué en el avión equivocado.

 

Miraba extasiado los alrededores, buscaba el jirón Lima y me dicen que ahora se llama Próspero, ahora aprecio un orden arquitectónico que me lleva a recorrerla una y otra vez; encuentro algunos compañeros de colegio y vecinos de mi época, todos orgullosos de su Iquitos, ¡Claro que sí! cómo no va a ser así, la calle Próspero desde la San Martín hasta la plaza de armas mantiene una arquitectura alineada a la época del caucho, época de oro que ahora deviene en histórica. Había funcionado el sabio criterio de sus autoridades, quienes lo han recuperado para ofrecer al turista una explicación de su historia. Todos los edificios patrimonios han sido refaccionados, pintados con criterio profesional e iluminados con vena artística de modo que las noches se ofrecen como un espectáculo de impacto turístico.

 

Habiendo venido  por uno o dos días, ya llevo siete sin aburrirme.

Me han invitado al octavo Festival Internacional de Danzas Indígenas que se realiza todos los años durante las fiestas de San Juan, vienen indígenas chilenos, ecuatorianos, venezolanos, brasileros, mexicanos, estadounidenses, canadienses, asiáticos, africanos y europeos; evento internacional de impresionante colorido, se lleva a cabo por tres días ahí donde fue la pista de aterrizaje del antiguo aeropuerto que, para eso y otros eventos se ha construido graderías modernas con asientos para todas las economías. ¿Cómo no seguir quedándome en Iquitos?

 

Tengo otra invitación para pasar el día en Quistococha, área natural acondicionada, ampliada y modernizada manteniendo su categoría de bosque tropical donde los animales, mantienen cierta libertad como hábitat. Se observa todo el panorama boscoso y lacustre a través de caminos seguros o en el tren que recorre todo el contorno de la laguna; encontramos restaurantes lujosos, salones de bailes modernos y típicos cuyo ruido no molesta al conjunto, hospedajes cuya elegancia no se desdice con lo típico, cuenta con teleféricos para ver desde las alturas todo el panorama del parque zoológico, en fin, un lugar para estar todo el día.

 

También  fui a visitar el lago Morona Cocha que ahora se llama  Santa Bárbara en homenaje a una de las primeras reducciones que hicieron los jesuitas. Todo el año se aprecia el lago en todo su esplendor, el lago refleja el hermoso azul del cielo ataviado por el blanco plumaje de los cisnes y gansos que nadan sobre ella, no está rodeada de viviendas, le rodea un hermoso prado verde engalanado con palmeras regionales. Se ofertan perezosas, sombrillas y hamacas con mirada al lago, hermosos y pequeños barcos al servicio del paseo acuático deambulan en sus aguas. Del interior salen chorros de agua como piletas intermitentes, amén de ser un deleite nocturno la iluminación en todo su contorno. O sea, otra maravilla para visitar.

 

El campamento «Vargas Guerra» convertido en bellísimo jardín botánico en medio del cual se ubica un elegante y moderno centro cívico y teatro. El ambiente paisajístico es un gran espacio con lagunas artificiales cruzados por románticos puentecitos desde donde se puede observar delfines, garzas blancas y otras aves exóticas de vistosa presencia. El área cuenta con juegos y otras atracciones al estilo Walt Disney, es decir una bella combinación de lo natural y lo artificial y de lo folklórico con lo moderno.

 

El malecón Tarapacá, ampliado, modernizado, entrelazado con el bellísimo bulevard de Bellavista donde el Nanay se une al Amazonas.

Es cierto, hubo cambios de pensamientos y de actitudes en la sociedad Iquiteña.

Cada vecino asume la responsabilidad de mantener limpia su vereda y el sector de la calle que corresponde a su vivienda, cuida el jardín del área que le concierne.

Los vecinos limpian los sifones de la cuadra que le corresponde en ordenado turno.

Nadie tira desperdicios a la calle, todos velan por la limpieza del ambiente.

Nadie hace ruidosas parrilladas o fiesta familiar sin la autorización escrita de sus vecinos.

No hay venta de comidas, ni talleres mecánicos en las veredas.

Nadie hace publicidad ruidosa en las tiendas ni en las calles.

Con todo esto sumándose a la lindura y alegría de su gente, ¿dónde más puede estar el paraíso?  ¿Será posible todo esto? ¡Claro que sí! Depende de nosotros.

Finalmente, vine por dos y me quedé quince días.