Reforma judicial o reforma moral”

Por: Abog. Gino Franco Gonzales Sangama

 

Decía Ricardo Palma: cuando alguien gasta más de lo que gana, es porque de algo está robando; la corrupción es un hecho que existe y aparece connatural al ser humano, que existe en todos los segmentos de la sociedad en cárceles, estos hechos hay que evitarlos, eliminarlos y sancionarlos; pero el lugar donde no debería existir porque es la última esperanza, la tabla de salvación es el poder judicial; sin embargo, los audios revelados la semana pasada en casi todos los medios de comunicación, sin duda alguna ponen en entre dicho la administración de justicia en el Perú, como diría el amigo de mi padre “es un asco lo que hacen los involucrados con la justicia peruana y hay que fumigarlos con catahua”.
Una de las primeras actividades que se hace cuando se ingresa a la escuela de leyes, es que te pregunten: ¿porque quieres ser abogado? Y las respuestas más concurridas es: para hacer justicia, luchar por los más pobres; con el devenir del tiempo se da uno cuenta que muchas veces quienes realizaban aquellas afirmaciones se desviaron del camino; y si ¿desde las altas esferas del poder se realizan estas prácticas, qué no hace creer que los estamentos inferiores lo practiquen? se cumpliría el argumento legal, “el que puede lo más puede lo menos”. Es tan usual en nuestro sistema legal, que magistrados lleven curso de alta especialización en cuestiones meramente legal “la idea es que sean mucho más técnicos al momento de aplicar las leyes”; sin embargo, así como existe la carencia del conocimiento constitucional, existe la carencia y poco interés de valor tanto de ética y moral; mismos que los adquiere el ser humano desde el seno familiar, y que se desarrollan en los centros escolares para luego aplicarlas en el devenir de nuestra vida.
Es este aspecto, sin duda alguna hace pensar en la importancia que tiene el campo de la psicología y nos detenemos a pensar ¿porque se dan estos fenómenos?; debate que sin duda alguna nunca terminaría de ser respondido.
La ética y la moral que al parecer carecen estos altos hombres de “familia”, “preparados”, “grupo selecto de la elite” son vistas en diferentes ámbitos como en la familia, la sociedad, la vida profesional y académica, estas determinan acciones encaminadas al bien y el mal, guiándonos siempre a realizar actos que sean correctos, la ética obedece a la razón, mientras que la moral tiene sus bases en la costumbre, en conjunto son elementos que la sociedad acepta, sobre todo teniendo en cuenta que nos encontramos en una sociedad en la que los individuos serán quienes juzguen actuaciones entre sí. Esto se ve reflejado en cuestiones tan sencillas como el saludo y la conversación -exceptuando sin duda alguna a magistrados y/o profesionales probos que aún existen- un litigante o investigado o parte en un proceso, al momento de hablar con el juez, “este” es un semi Dios, si le cae -lo escucha-lo mira a los ojos- lo habla con respeto; pero si no es así, realiza todos los actos descritos pero a la inversa, máxime si el abogado de la parte contraria es el amigo, el profe, el abogado lobista, el compañero de fiesta, entre otros aspectos. Un ciudadano, un niño, un bodeguero, entre otros como del interior del país, caminas y te saludan, se pone al servicio tuyo, le agradeces y te responde el agradecimiento. ¿Ante ello, saliera la pregunta: qué ciudadano es mejor? El de saco, cuello y corbata y/o sastre o el ciudadano de a pie que sin título alguno y sin entender muchas veces el sentido del cristianismo, te muestra la buena fe?
A raíz de estos audios del escándalo en el sistema de justicia, existirán magistrados que se digan a sí mismos: ¿tengo conciencia?, está bien lo que hago?, ¿porque acepto los sobornos, el wiski, el padrinazgo, el favorecimiento, el coqueteo, el amiguismo ¿está bien como yo actuó?; se habla tanto de reforma judicial; el presidente de la República hace poco nombró una comisión para ello; paralelo, el Presidente del Poder Judicial; y todos hablan de reforma y reforma; abogados de renombre opinan de cómo hay que reformar la constitución; los mecanismos de nombramiento; pues olvidan que este tema se habla desde la época de la república, todos sin duda alguna aportaron algo; ¿pero la solución acaso se encontrará en la reforma legal?; craso error que existe es hablar de la meritocracia; que el que gana concurso y tiene más puntaje, ese es el indicado; ¿La nota hace al ser humano?; ¿Es garantía que sabrá analizar una situación presentada en un contexto dado?; y para muestra de ejemplo, la respuesta la encontramos en aquellos supremos y/o magistrados titulares que se encuentran por meritocracia, a raíz del escándalo de audios que conocemos ¿y lo que no conocemos?
La reforma no está en las leyes, sino en los valores que tiene que tener el aspirante a un determinado cargo; y eso no se sabrá con los puntajes que obtenga de un concurso, en donde responde de forma codillera o donde sabe cuánto es el 10% de 100, sino del exhaustivo análisis que pase de su ética, de su moral, y para eso debemos recurrir a los métodos que la ciencia no proporciona, evaluando y dando mucho más puntaje a esos aspectos de ética y moral; y eso conllevará a que cada autoridad, persona, en nuestro comportamiento diario, en nuestra forma de ser personalmente nunca abandonemos la humildad, la sencillez, la austeridad y la transparencia frente al pueblo; y eso conllevará a que sigamos insistiendo en la capacidad de mostrar con el cuerpo, con el comportamiento y con la vida cotidiana lo que uno propugna, y no podamos separar lo que pensamos de lo que hacemos, lo que somos de lo que decimos; y eso se dejará como una alta herencia a los seres más amados que a uno verdaderamente importe; de lo contrario, llegaremos nuevamente a la conclusión de quien tenía razón, Jacques Rousseau al afirmar que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe, pues cada individuo, cuando nace, carece de una estructura de pensamiento moral o social, y éste debe captar las normas sociales que cada «pueblo» tiene, e incluso una específica manera de pensar. También, el Estado y sus instituciones se apoderan de los conceptos morales y éticos, manejándolas a su antojo e imponiéndoselas a los individuos. Por lo tanto, el individuo no nace ya con una personalidad o moralidad, las adquiere a medida que se va adentrando en la sociedad, y va adquiriendo los modelos sociales que ésta le impone, dejando el estado de «pureza» que tenía al nacer; o lo señalado por Nicolás Maquiavelo, el mismo que afirmaba que el hombre es malo por naturaleza y quien además señalaba que el político debe tener una doble moral. Dado que lo más importante para él es preservar el poder y garantizar la estabilidad de su gobierno, no puede someterse a los principios de la moral pública, sino debe más bien cultivar otro tipo de ‘moral’, que consiste en la técnica o el arte de gobernar, para los cuales la otra moral es un obstáculo. Pero, eso sí, debe fingir que se atiene a la moral pública y acomodar su discurso a las circunstancias para sembrar la ilusión entre los ciudadanos de que cree en algo que con plena conciencia no cumple.