Los fraudes científicos

POR: JUAN SOREGUI VARGAS.
Hace pocos días, asistí a una interesante conferencia sobre redacción científica que se brindaba a los investigadores del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana-IIAP, organizado con buen criterio por el presidente y los directivos de este organismo de pesquisas que, supongo, lo habrán realizado preocupados porque la gran mayoría de los investigadores tien
En esta conferencia el especialista contratado para capacitar a nuestros muchachos exponía una serie de fraudes realizados por científicos peruanos e internacionales. Demostraba con pruebas que muchos de ellos habían falseado información para obtener el título de magíster, de doctor o de pi ish di. Cuando se descubrió el fraude se les quitó todo, hasta sus bienes. Pero, aquí en el Perú tu vas a la calle Azángaro y obtienes el título que quieres y  a  nombre de la Nación y todavía con un trabajo científico de referencia. Y, no pasa nada.
Estos relatos del expositor contratado por el IIAP, me trajeron a la mente  un recuerdo de esos que no se olvidan jamás: Estábamos en el cuarto nivel de Biología, y, a un  vivo de profesor llegado de la costa del país y que ya no se encuentra en ésta, se le ocurrió solicitar como tarea para poner buenas notas la recolección de una serie de huesos de un mamífero roedor silvestre de nuestros bosques. Los muchachos loretanos, pícaros como siempre -por si acaso no me encontraba en el grupo- aceptaron un trabajo que no les correspondía. Le llenaron de huesos al profesor, ahora dizqué doctor, y con su habilidad para vender humo o sebo de culebra, el maestro,  preparó un extenso y fundamentado informe científico para presentar a una Universidad  que entregaba títulos de doctor con solo un año de docencia universitaria y  un trabajo de este tipo. Resulta que cuando ya iba a concretarse el fraude, uno de los jurados se dio cuenta que no eran huesos de la especie descrita en el trabajo. Y, pum, lo desaprobaron. ¿Qué había pasado? Estos jóvenes, traviesos como siempre, recolectaron huesos de algún mamífero roedor urbano.
Semejante fraude,  no solo ocurre en Loreto. Hace años un científico norteamericano lanzó al mundo un descubrimiento: que en cierta zona de un desierto de un Estado, había descubierto huesos de un animal pre histórico y con eso ya le iban a dar su título de pi ish di y dinero, pero, los que integraban la academia de ciencias que no son tontos, investigaron bien el asunto y descubrieron que no eran huesos de un animal prehistórico, sino de un tremendo toro bien preparado para que parezca lo que no era y que había sido enterrado por el mencionado fraudulento científico varios años atrás. Creo que a este señor lo metieron a la cárcel y dejó sus huesos en ella.
Muy bien lo  hecho por el presidente del IIAP y sus funcionarios  al organizar este tipo de certámenes. En el IIAP, por lo menos en lo que más cerca me encuentro, en el programa de Acuicultura (AQUAREC) no conozco algún trabajo de fraude científico en estos menesteres, ni creo que se haya denunciado en otros programas.  Pero, cuidado, ya saben, nada de estar copiando citas textuales sin poner la fuente, sin dejar constancia de los antecedentes realizados por otras personas, nada de robar ideas, y nada de querer presentar huesos de ratas de albañal por los de añuje.
Pero no solo los científicos cometen estas irregularidades. Los políticos, las autoridades, los dueños de las ong, y de asociaciones sin «fines de lucro» lo hacen. El caso más sonado a nivel mundial es el de Al Gore. El señor del apocalipsis, ha sido denunciado por notables científicos mundiales  ante una corte internacional por haber manipulado datos de entidades científicas para expresar que el mundo ya se acaba, pero, especialmente para ganar harta plata con su video. El juicio sigue hasta ahora (ver internet) y es más, le han demostrado que es un hipócrita, porque han descubierto que mientras él recomienda ahorrar energía eléctrica y, utilizar métodos alternativos, tiene una piscina  atemperada en la que gasta cualquier cantidad de energía eléctrica proveniente de una central térmica, con un considerable costo mensual. Como decía mi abuelito cuando vio a mi primita panzoncita, ¡ay hijo, todo se sabe en este mundo, nada es escondido.  Esperamos que los amigos del IIAP sigan capacitando a sus investigadores y a otros ciudadanos de la Amazonía en esto de la redacción científica, pero que aprendan, pues. De la traducción de sus resultados y de la socialización, al estilo de Tomás Unger, nos podemos encargar nosotros, pero con un buen pago, para que los pobladores no científicos de la Amazonía  entiendan de  manera didáctica y fácil lo que quieren expresar.