El período en el que se desarrolló la Fiebre del Caucho fue un momento de auge económico; sin embargo, el Perú también enfrentaba un problema geopolítico mayor.
Había un conflicto con Colombia sobre los límites territoriales en la región del Putumayo, sumado a las ambiciones de Ecuador sobre la Amazonía peruana. Este contexto de tensión geopolítica es fundamental para entender las motivaciones detrás de las denuncias contra los empresarios caucheros, y particularmente contra Julio C. Arana.
La región del Putumayo era vista a ojos de las naciones vecinas como una zona rica en recursos. En este escenario, las acusaciones de abusos contra los indígenas servían como una herramienta política para debilitar la posición del Perú en la región y, potencialmente, justificarían las reclamaciones territoriales de los países vecinos. Ello, teniendo en cuenta que el sistema de explotación del caucho venía aplicándose en Colombia dos décadas antes que en Perú.
De ahí que, Julio C. Arana constituya una figura clave para comprender la Historia del Perú; no obstante, terminó siendo demonizada tras una feroz campaña de difamación que afectó profundamente su reputación a nivel nacional e internacional. Arana, quien llegó al Putumayo para convertirlo en motor económico que aportó a la recuperación del país tras la Guerra con Chile, fue acusado de ser el responsable de estos abusos contra los pueblos indígenas.
Sin embargo, en su defensa escribió “Las Cuestiones del Putumayo” (1913), donde refutó las acusaciones y desmintió cada uno de los relatos de abusos. La reedición de este libro bajo el título “Los Crímenes del Putumayo (Calumnias y Medias Verdades)” será materia de la conferencia que este miércoles 4 de diciembre se ofrecerá al público en el auditorio de la Corte de Loreto. A continuación, presentamos el extracto de las declaraciones que prestó Julio C. Arana bajo juramento por considerarse de interés público:
- Mi primera visita al Putumayo tuvo lugar en diciembre de 1901, época en que fui solamente a la Chorrera, y apenas por uno o dos días, con objeto de arreglar una diferencia entre algunos de mis deudores. En 1903, visité Chorrera, Encanto y Argelia, empleando unos cuantos días en estos lugares, y siendo el objeto de mi referida visita el cerciorarme de ciertos hechos con respecto a sumas que se me adeudaban y decidir si habría motivo para nuevo adelantos. Mi siguiente visita fue en el año 1905, época en que fui a Carapaná con el objeto de comprar propiedades de colombianos. Entonces los colombianos de los referidos ríos luchaban entre sí y, en consecuencia, decidí comprar sus propiedades, pues consideraba que esa sería la mejor forma de salvar las sumas que había invertido en esa zona. En ninguna de estas ocasiones vi ni supe de algo que indicase maltrato a los indios.
- Mi siguiente visita al Putumayo tuvo lugar el año 1908. En ese año el señor Zapata, Prefecto del departamento, y el señor de Castro, cónsul del Perú en Manaos, recibieron instrucciones del gobierno del Perú para ir a la región a cerciorarse de si la defensa del país estaba en orden y tomar medidas para defender la región contra las invasiones y tropelías de los colombianos que se practicaban entonces constantemente dentro de ella. Estas instrucciones fueron dadas a consecuencia de los ataques por parte de los colombianos después que el gobierno de Colombia había denunciado el modus vivendi celebrado entre el Perú y Colombia en 1906. Se me pidió por el referido prefecto Zapata y por de Castro el acompañarlos, y un jefe de marina y 200 hombres, al mismo tiempo que varios otros oficiales, acompañaron también la misión. Hasta la época de mi referida visita los únicos cargos respecto de la perpetración de actos de crueldad por parte de la compañía en el Putumayo se derivaban: 1° -de quejas formuladas por el cónsul inglés en Iquitos, con motivo del trato que un tal Ramón Sánchez, a quien inmediatamente despedí del puesto, daba a los barbadienses, habiéndose resuelto ese incidente a entera satisfacción del referido cónsul. 2° – de las acusaciones formuladas por “La Sanción” y “La Felpa” periódicos a los cuales me refiero a continuación.
Además de la campaña de los detractores de Arana, hay que mencionar a personajes como el escritor colombiano José Eustasio Rivera, autor de la obra La Vorágine (1924), que popularizó la visión de la barbarie en el Putumayo. Rivera, un agente del gobierno colombiano, sería parte de una estrategia más amplia de denigrar los intereses peruanos en la región, con el fin de justificar las pretensiones territoriales de Colombia. Otro actor clave en este conflicto fue el cónsul británico Sir Roger Casement, quien escribió el informe conocido como el Libro Azul Británico, marcado por relatos no verificables, lo que ha llevado a cuestionar la objetividad de tales denuncias.