Iquiteños recordaron con amor a sus madres fallecidas en el Día de la Madre

  • Cientos de familias visitaron los cementerios para rendir homenaje a quienes partieron.

Desde tempranas horas del domingo, una gran cantidad de ciudadanos acudió a los diferentes cementerios de la ciudad de Iquitos para rendir homenaje a sus madres fallecidas, con motivo de la celebración por el Día de la Madre. La jornada estuvo marcada por el recogimiento, la fe y la nostalgia.
El cementerio general San Miguel Arcángel, ubicado en la intersección de las calles Alfonso Ugarte con Fanning, fue el más concurrido durante esta fecha especial. Sus puertas permanecieron abiertas desde las 6:00 de la mañana hasta las 6:00 de la tarde, recibiendo a cientos de familias que llegaron con flores, velas y recuerdos imborrables en el alma.
Hasta el camposanto llegó un párroco de Iquitos, quien celebró una emotiva misa en memoria de todas las madres que descansan en la eternidad. La ceremonia fue acompañada por un numeroso grupo de fieles católicos, que elevaron sus oraciones con lágrimas en los ojos y manos al cielo.
En los exteriores del cementerio, comerciantes ofrecieron arreglos florales desde 5 soles, permitiendo a los visitantes adornar las tumbas de sus seres queridos. También se vendieron velas, tarjetas y pequeños recuerdos, como muestra del amor que permanece a pesar del paso del tiempo.
Durante todo el día, se observó la presencia de familias completas, muchas de las cuales llevaron sillas, refrigerios e incluso música para compartir unas horas junto a la tumba de su madre. Algunos llegaron con mariachis o grupos de serenata, mientras otros se dedicaron a limpiar y embellecer el lugar donde reposa su ser amado.
“Mi mamá falleció hace diez años tras una dura enfermedad. Ella no pudo ver en vida todo lo que logramos sus cinco hijos, pero estamos seguros de que nos acompaña desde el cielo. Hoy venimos a decirle que nunca la olvidamos”, compartió conmovido un vecino del distrito de Belén.
El ambiente estuvo cargado de emociones. Se mezclaban risas, llantos y silencios prolongados que decían más que mil palabras. Era el reencuentro simbólico entre madres e hijos, entre el recuerdo y la eternidad. Porque, como muchos señalaron, “una madre nunca muere, solo cambia de forma para seguir cuidándonos desde otro lugar”.
Situaciones similares se vivieron en los cementerios La Inmaculada, en Punchana, y Los Ángeles, en San Juan Bautista, y otros ubicados por la carretera a Nauta, y en la región, donde también se congregaron ciudadanos para rendir tributo a la mujer que les dio el regalo más valioso: la vida. Entre flores, rezos y abrazos, Iquitos en particular volvió a confirmar que el amor de madre es eterno e inquebrantable. (K. Rodríguez)