Las invasiones se están dando periódicamente en una práctica por hacerse de un terreno desocupado pero que tiene dueño.
Los nuevos invasores del siglo XXI no son los luchadores sociales del pasado, quienes forjaron los grandes pueblos jóvenes de Iquitos, liderando las invasiones donde las familias de los trabajadores petroleros se posesionaban de un lote de tierra para levantar una choza donde vivir.
La táctica de hoy parece ser dirigida primero a sembrar a gente de mal vivir en los terrenos abandonados para luego ir a tomarlos con el pretexto de que fumones y ladrones los habían convertido en sus guaridas.
Los terrenos invadidos hasta el momento tienen propietarios debidamente amparados por las entidades correspondientes, por lo que se ven obligados a solicitar la presencia de la fuerza pública para proceder a desalojarlos, lo que termina en enfrentamientos donde la policía tiene que utilizar desde elementos disuasorios hasta armas de fuego.
En el tema de los propietarios de los terrenos y los invasores hay que considerar la despreocupación de los primeros para mantener sus tierras con la protección debida, por lo que es fácil para los segundos ir a posesionarse de un lote, amparados en el nombre de una autoridad con lo que bautizan a la invasión y con una raída banderita y niños que son utilizados como escudos humanos.
En esta época de violencia y agitación, las invasiones seguirán dándose y que no nos llame la atención si en algún momento sean lideradas por líderes políticos y sindicales que se las jugarán por un voto en las ya cercanas elecciones.