El rostro materno de Dios1

Por: Adolfo Ramírez del Águila
arda1982@yahoo.esMaria y Jechuchito

Madre nuestra que estás en el cielo, santificado…:
Cuenta un chiste feminista, que después de la creación de la mujer en el paraíso, Eva se presentó molesta ante Dios para reclamarle las circunstancias discriminantes de su hechura2. Dios trata de calmarla y le dice: Mira mujer, mi obra es perfecta, no hay ninguna discriminación ni cosa por el estilo, te voy a contar la verdad. Lo que pasa es que, primero he creado a Adán utilizando barro, como un experimento previo, a manera de ensayo, por lo tanto, mi hechura en un segundo momento utilizando la costilla, me ha salido casi perfecto, por lo tanto tú eres mi más auténtica imagen y semejanza, dadora de Vida y llena de todas las virtudes celestiales. Eva se repone y muestra con alegría su dignidad recuperada ante tamaña explicación del Creador. Finalmente Dios le advierte: ¡Ah, Eva! te voy a pedir un favor grande; de todo lo que acabamos de hablar entre tú y yo, que no se entere Adán, please, que quede como un secreto entre  nosotras.
Seguramente a nuestra sociedad machista, no le caerá gracioso este chiste feminista, pero refleja una gran verdad que ante la evidencia aplastante tenemos que reconocerlo. La mujer, la madre, la descendiente de Eva, por sus características biológicas y afectivas, es la que más refleja a la perfección lo que misteriosamente es Dios: Dador (a) de vida y profundamente misericordioso (a). Los varones, los padres, los descendientes de Adán, naturalmente hacemos el complemento perfecto con nuestra naturaleza varonil, proyectando la otra dimensión necesaria para consolidar el paraíso familiar: la firmeza, la fortaleza y la voz de mando. Aunque eso de «la voz de mando»  a lo macho, quedó desacreditado en estos días, por lo del síndrome Nadine.
La mujer, la madre, la compañera, la esposa, la novia, la enamorada, la amiga, la protectora, la amiga, la primera maestra y tantas otras palabras que reflejan ese profundo respeto y admiración a este ser maravilloso, en casi todas las culturas del mundo, es valorada por su gran misión de estar junto al ser humano en todo momento. ¡Y vaya acompañamiento incondicional!, derrochando entrega, sacrificio y  generosidad sin límites.
En nuestra cultura loretana, peruana y latinoamericana, la madre es el ser que más agasajos recibe por su labor sacrificada al frente de un hogar y también ahora por su infaltable rol en una sociedad más inclusiva y menos machista. El padre al contrario, recibe un agasajo muy deslucido, por su débil labor al frente del hogar, porque es el primero en abandonar el proyecto familiar cuando hay dificultades. La esposa, se queda generalmente sola al frente del hogar, como «madre y padre» a la vez, para sacar adelante a sus hijos. El esposo lamentablemente, es el primero en abandonar el hogar cuando golpea la crisis; la mamá, es la que capitanea hasta el último el barco del proyecto conyugal, mostrando mayor fortaleza cuando la crisis de la separación de pareja arrecia. El papá antes de la separación, ya tenía los pies fuera del plato.
Y este protagonismo de lo materno, se refleja inevitablemente en los agasajos que se dan en el calendario cívico. En el día de la madre, los hijos preparamos con naturalidad desbordante, todo lo mejor para el ser más querido de la tierra: regalos, actuaciones artísticas, discursos emotivos, brindis de honor, abrazos en lágrimas, súplicas de perdón, actos de reconciliación, etc. En el día del padre, los hijos buscamos cualquier pretexto con tal de olvidar la fecha.
Ante estas evidencias, la figura materna, definitivamente refleja con más claridad la imagen y ser de Dios. En nuestra religiosidad latinoamericana el rezo del «Padre nuestro que estás en el cielo…» quizá se ha vuelto mecánico y rutinario porque eso de «Padre nuestro», no nos inspira mucho; en nuestra alma está impregnado con más fuerza la figura de la «Madre nuestra». En estas tierras del fin del mundo, nuestra oración inculturada debería rezarse así: «Madre nuestra que estás en el cielo, santificado sea tu nombre…» Quizá por esta misma razón, la devoción a María, la madre de Jesús, tiene más acogida que la devoción a San José.
Que en este segundo domingo de mayo, en donde todos nuestros actos se purificarán ante el altar de la figura materna, hagamos una oración agradeciendo a Dios por este regalo maravilloso de tener una madre viva; y si la hemos perdido, las gracias también por haber tenido la oportunidad de tener una madre, regalo divino más extraordinario que haya merecido un ser humano.
Feliz día a todos las mamitas de la región Loreto, que luchan a veces solas para hacer de este rincón amazónico, un lugar privilegiado de vida digna y justa para los hijos e hijas de Dios. Amén.

1     Hay un libro del teólogo brasilero Leonardo Boff que se titula: «El rostro materno de Dios», puedes descargarlo en la red bajo ese mismo nombre.
2     En el orden de la creación de los primeros seres, según el libro del Génesis, Dios hizo primero al hombre. Como Adán se sentía solo, fueron creados los animales… y también la mujer, para que hagan compañía y sean una ayuda adecuada al varón (Gn 2, 18-23)