El diezmo

Estamos como jugando a la ronda, damos la vuelta en el mismo sentido porque no hay otra opción frente a un Estado copado de personas que se escudan unas de otras en diferentes niveles de poder, para sacar provecho personal y de grupo sea con el disfraz de lo legal o cometiendo faltas administrativas e ilícitos penales.
La pandemia sigue mostrándonos lo perversos que somos como raza humana en diferentes aspectos de la vida, que no nos permite ver más allá que de satisfacer nuestras necesidades sin importarnos lo que le pueda ocurrir al familiar, menos al vecino.
Nos hacemos los ciegos, sordos y mudos ante evidencias como el diezmo entendido como soborno, como cobro ilegal y hasta pecado, porque se hace no para enaltecer al prójimo, sino para hundirlo a través de estas acciones que son el hurto sutil a la caja del Estado.
Y existe gente que sin mayor reflexión dicen que no le hacen daño a nadie, qué es sus forma de trabajo, que así funcionan las cosas y que es de tonto o tonta negarse a incursionar en estos “negocios”, que nos recuerda a una época cuando se hizo famosa una frase “no envidies, trafica” referido al narcotráfico.
Nuestra sociedad se contamina cada vez más con el tema de la corrupción, que ya está generalizado y urgen medidas desde los hogares y reforzarla en las instituciones. Debemos intentarlo así el futuro en este tema no sea muy auspicioso, por lo que es importante sumar con nuestras actitudes.
Lo que nos llama la atención es que en la Biblia se habla del diezmo, pero se refiere a esa especie de bono a favor de los que menos tienen a través de las acciones a favor del prójimo, de los más necesitados, es la distribución de esa especie de junta, a cada uno según su necesidad.
Pero no, muchos han entendido el diezmo como cobrar o pagar para favorecerse con una transacción o contratación disimuladamente fraudulenta, que a la larga afecta el sistema de administración de los recursos de los gobiernos de turno, ya que está comprobado que son la causal de obras de infraestructura mal hechas, inconclusas, y es el principal impedimento para que no se invierta en el capital humano, porque obviamente ahí no hay diezmo a montones.
La ambición incluso ha llevado a que no se hable ya de diezmos, sino de porcentajes más elevados como del 15 y hasta el 20 por ciento en las negociaciones que van por debajo de la mesa. En este escenario cómo explicar a nuestros jóvenes que podemos aspirar a tener un mejor distrito, provincia, región o país. Y es nuestra obligación moral seguir dándole la lucha, porque los milagros existen, y esperamos uno para nuestra querida patria.