“El Comandante del Huáscar”

 

La guerra es una actividad en la que sale lo peor del ser humano (…) y Grau es uno de esos casos bastante excepcionales que demuestra que incluso en ese mundo de barbarie (…) uno puede mantener la decencia, la dignidad, la solidaridad humana”

Mario Vargas Llosa

 

 

 

“Como del carbón sale el diamante, así de la negrura de esta guerra sale Grau.

La posteridad ha indultado a su generación infausta porque a ella perteneció el comandante del Huáscar. Olvida desastres y miserias y la mira con envidia porque le vio y le admiró.

Nada es un hombre en sí y lo que él puede representar lo ponen quienes lo interpretan. Ni hombres ni hechos derivan grandeza permanente, sino de su asimilación con eternas ideas de justicia, de belleza o de dignidad, con un pueblo o con una época. Hablar de Grau, es evocar una figura que lentamente va perdiendo para los peruanos sin ligamen exclusivo con los acontecimientos dentro de los cuales se desenvolvió, para tomar los caracteres de un arquetipo. El Perú no lució durante la guerra de la independencia, al lado de los muchos heroísmos encomiables, un gran héroe simbólico; y las luchas intestinas republicanas están demasiado cerca para que los personajes en ellas surgidos se limpien todavía de todas las contradictorias pasiones entonces desatadas y de los intereses que de ellas se derivan. Ante Grau, en cambio, no obstante su cercanía en el tiempo y las violencias a que estuvo unido, la opinión nacional se prosterna segura y sin desacuerdos y la opinión extranjera acata este homenaje y a él se asocia con respeto evidente.

Por todo ello, resulta Grau, tan excepcional: precisamente por haber estado formado nada más y nada menos que por las mejores y más simples virtudes que pueden pedirse a un varón cabal”. Así describía Jorge Basadre Maestro e Historiador peruano, la figura del epónimo Miguel Grau.

Una vida signada por episodios incansablemente azarosos y con una versatilidad para desempeñarse en diferentes escenarios en los que le cupo accionar. Hijo, padre, marino, político, destacando en él su humanidad, fundada en su buen talante, pero con una disciplina férrea, sabedor que la conducta correcta es la llave que abre el arca del deber y en ello es forjado desde niño hamacado por las olas del mar.

Paita le abre sus puertas y lo baña día a día con las olas de su hermoso mar siendo 1843. El mar es su pasión, lugar de juegos que luego sería su última morada. Se alista en el bergantín Tescua para seguir las aguas de su hermano Enrique, quien ya navegaba en la goleta Catalina.

En referencia a esta época, el periodista argentino, Aristóbulo del Valle, señala que Grau … “no gozó en su infancia las dulzuras divinas del más puro de los amores; no tuvo otra madre que el mar, cuyas brisas mecían su cuna, noche a noche, mientras se adormecía escuchando el diálogo sin fin de los vientos y las olas”.

Y así, Miguel María, adolescente, se enrola en la gloriosa Marina surcando el mar ya conocido por él, pero con la diferencia que ahora enarbola orgulloso el pabellón nacional por el que luchará siempre sin escatimar ningún esfuerzo. Fue una constante en su vida el cumplimiento del deber y así lo expresaba y ratificaba con su comportamiento a bordo del monitor, a pesar de ser sabedor de las falencias que éste tenía y que no igualaban ni por asomo a la escuadra enemiga.

Hombre convencido que el azar no es el cimiento de los logros, sino más bien el esfuerzo, dicho por él “Yo en todos los lances de mi vida he tenido que luchar contra el destino que siempre hacía nacer a mi paso dificultades para todo. Desde mi niñez, si he salido bien librado en lo que me he propuesto, ha sido después de dificultades y luchas que ponían a prueba mi carácter y mi constancia”, el intelectual chileno Benjamín Vicuña Mackenna así lo ratifica destacando sus cualidades humanas y su firme autoformación.

En el famoso elogio a Grau después de Angamos, subraya Gonzales Prada,, “es encomiable la íntima unidad de vida que se advierte en el comandante del Huáscar: lo privado y lo público, el marino y el padre de familia, el ciudadano y el esposo, todo integra una sola manifestación de inteligencia, conducta y efecto. No hay en Grau varias formas o planos; hay uno solo, presidido por el cumplimiento del deber. La coherencia es una de las claves para entenderlo”.

16 de mayo de 1,879 llega el momento de zarpar al sur, se inicia la campaña y ordena como era su costumbre: “Larga en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Señor oriente nuestro rumbo, nos guíe a buen puerto y nos haga volver al hogar”, y así actuó en consecuencia; forzó bloqueos, bombardeó puertos, capturó transportes, puso en jaque a la escuadra enemiga y el Perú puso sus esperanzas en él.

El Huáscar con su cosmopolita tripulación: ingleses, alemanes, griegos, norteamericanos, daneses, franceses, noruegos, peruanos con su identidad arraigada, chalacos, tumbesinos, piuranos, chiclayanos, ayacuchanos, entre otros, supieron entregarse con fervor patriótico en la gesta de Angamos bajo el comando del insigne Almirante.

08 de octubre, 09:55 de la mañana se abre el camino a la gloria, una granada revienta la torre de mando del Huáscar y Grau perece acompañado de su ayudante el Teniente primero Diego Ferré. Al respecto Vicuña Mackenna escribe “ignoramos en estos momentos los detalles de su fin. Pero Miguel Grau, el vencedor de Prat, el que lamentó su muerte y recogió con piadosa ternura sus prendas, no puede haber sucumbido, sino como mueren los bravos: al pie del cañón”.

«…Él, sin retroceder un solo instante, sostiene valerosa­mente la desigual batalla durante dos horas consecutivas hasta que reducido a la impotencia, inutilizado tanto para la lucha como para la resistencia, fija la mirada en los abismos del océano, buscando el único medio de esca­par a las inevitables cadenas enemigas… Y ¡Vosotros que luchasteis con la proporción de diez contra uno, vosotros que triunfasteis únicamente por la inmensa superioridad de fuerzas materiales, quisierais quitarle la triste gloria del intentado suicidio, quisiereis mostrárnoslo envilecido y humillado… NO, el Huáscar no se rindió ¡El Huáscar sucumbió como viviera, en una aureola de la gloria impe­recedera!. Firma Tomás Caivano, insigne historiador Italiano de la época de la Guerra del Pacífico.

 El pesar por lo sucedido en Angamos, alcanzó todo el orbe, el «Le Matin» de París se ocupó cuando la pérdida del «Huáscar» de este modo: «El «Huáscar» representa en la historia naval del Perú un caso único, por su gesto gallardo y heroico. Estuvo comandado por el almirante Grau que dejó con su muerte un futuro igual al que dejó el almirante Nelson en la batalla de Trafalgar». Con fecha 10 de octubre de 1879: El Times de Londres sentenciaba: «El Huáscar es un barco histórico, que figura en todos los combates navales en el curso de la guerra; ha bombardeado las poblaciones de los chilenos (solamente aquellas fortificadas), perseguido y capturado sus buques transportes y ha sido por varios meses el terror de la costa chilena. Al mando de un hábil y valiente oficial y tripulado por hombres excelentes, el Huáscar ha sido siempre un formidable adversario».

En Grau y Noel se vigoriza nuestra gloriosa Marina peruana que hoy celebra su centésimo nonagésimo quinto aniversario de creación, heredera de tradiciones y valores, que día a día fortalecen con su presencia en los lugares más inhóspitos de nuestra agreste territorio y cumpliendo el mandato que la patria le impone: ser custodios de nuestra soberanía, defender la democracia y apoyar al desarrollo del país hasta el más apartado de los lugares que cubre nuestra bandera. Esto se ve reflejado en acciones concretas, dejando de lado las soflamas: los PIAS, el Stiglich, el Clavero, el Tacna y recientemente la Unión siguen el derrotero dejado por el Peruano del Milenio. Y en ello se encuentra la Marina con su presencia histórica e imperecedera en la Amazonía, vitalizada por actividades de desarrollo en las comunidades más alejadas de la extensa selva peruana, llevando la presencia del Estado a los más alejados lugares no solo por su nuevo rol, sino por la estela dejada por Grau en su profunda voluntad de servicio al país. “Muchas cosas cambiarán; muchas cosas deberán de cambiar en el Perú, pero no la Gloria de Grau”, sentencia Basadre.

Hoy es mandatorio rendir homenaje al Gran Almirante, quien está más vigente que nunca por su ejemplo y por la actitud caballerosa que marcó un hito en la historia del mundo marítimo y que trascendió a los confines del planeta. Lo fulgurante de su luz nos debe animar a emprender con entusiasmo los valores que él encarnó y vivió intensamente hasta su inmolación. ¡Gloria a Grau!

 

Menotti Juan Yáñez Ramírez

 

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