El árbol de la calentura

PAlgo así como 300 nombres distintos, entre científicos y comunes, ha recibido el árbol de la quina desde principios del siglo XVII, en que comenzó a ser conocida por los europeos por sus cualidades para combatir la malaria. En castellano se la ha llamado quina, cascarilla, árbol Jesuita o polvo de los Jesuitas (que difundieron su uso), polvos de la Condesa, o cinchona (por la Condesa de Chinchón), árbol de la fiebre, árbol de la calentura, árbol de la terciana… El nombre ‘quina’ se origina en uno de los nombres indígenas del Perú (quina quina), pero probablemente cada pueblo que habitó en las zonas de distribución le dio su propio nombre, hoy ya perdido.
Desde que los polvos de la Condesa de Chinchón salieron para Europa en 1640, desde Loja, Ecuador, con la fama de haber conseguido la cura de la dama de una enfermedad hasta entonces considerada incurable, la historia del Mundo cambió. La Condamine narra que fue un cacique indígena el que se compadeció del sufrimiento de un fraile jesuita aquejado por la malaria y lo curó usando un preparado con la corteza de quina. El fraile se encargó luego de difundirlo entre sus cofrades en Lima; de ahí llevaron el remedio a Europa, donde la malaria hacía estragos.
El médico italiano Sebastiano Bado escribió hacia 1650: «Esta corteza ha resultado ser más preciosa para la humanidad que todo el oro y plata que los Españoles hayan sacado del Perú». No cabe duda de que el caso de la quina es uno de los muchos ejemplos en que un conocimiento indígena es usado para beneficio de la humanidad, sin que sus descubridores hayan recibido apenas crédito alguno, y menos compensación.
Símbolo en peligro
El Ministerio del Ambiente y el Ministerio de Agricultura están trabajando actualmente en el Plan de Acción de la Quina. Esta semana fueron convocados en Cajamarca los mejores expertos nacionales para conjugar sus conocimientos y experiencias con miras a proteger y poner en valor esta emblemática especie, patrimonio natural del Perú y presente en nuestros símbolos patrios (bandera y escudo), junto con la vicuña. Aunque hoy su uso es más restringido debido a los medicamentos sintéticos, la quina es probablemente la especie que más vidas ha salvado en la historia de la Humanidad, probablemente cientos de millones.
Pese al avance de la medicina, el paludismo o malaria afecta anualmente a unos 350 a 400 millones de personas en 82 países, y más de 3 500 millones están en riesgo permanente de contraer la enfermedad, sobre todo en África. Esta plaga le cuesta a la humanidad miles de millones al año, en gastos de tratamiento y pérdida de horas laborales, sin considerar el enorme sufrimiento y costos familiares asociados.
El Estado Peruano estableció en el 2011 la Orden del árbol de la Quina, para poner en valor este símbolo nacional y reconocer a personas destacadas en la conservación del ambiente y la biodiversidad. El primero en recibir este reconocimiento fue el cantante inglés Paul McCartney.
Dado que hay cepas del protozoo Plasmodium resistentes a los antimaláricos, existe un lucrativo mercado de corteza de quina. Sin embargo, es abastecido por las plantaciones del Sudeste Asiático y, sobre todo, de África. Para variar, las semillas fueron llevadas desde los Andes por algunos exploradores ingleses hace más de siglo y medio. La mayor empresa productora de quina vino a Perú hace un par de años buscando apoyo para iniciar sus plantaciones acá, dados los problemas que tienen con las guerrillas en África, pero nadie mostró interés en Perú, y perdimos otra oportunidad de generar riqueza de nuevo con esta maravillosa planta. Quizás todavía estamos a tiempo de remediar esto: la mejor estrategia de conservar una especie amenazada es dándole un valor y generando riqueza con ella para la gente local, con normas claras para su aprovechamiento.
Con frecuencia confundida con Ladenbergias, otro género muy parecido, el género Cinchona cuenta con al menos 19 especies, quizás más. La Dra. Joaquina Albán, la mayor experta nacional en este género, afirma que podría haber entre dos y tres especies nuevas aún no descritas.
Según esta experta sanmarquina, las Cinchonas  se distribuyen mayormente en bosque montano, entre 1500 y 3000 msnm, aunque algunas especies, especialmente C. pubescens y C. micrantha, pueden encontrarse a menores altitudes, hasta 600 msnm, incluyendo algunas zonas de Loreto. La especie se distribuye en todos los países andinos, pero el Perú es el que más especies alberga, con 19 (se piensa que es el centro de origen del género), seguido de Ecuador, con 12, mientras que Bolivia, Colombia y Venezuela albergan un número menor de especies. En el Perú ocurren dos especies endémicas (C. glandulifera y C. nitida); la especie más nombrada en la literatura, C. officinalis, es compartida con Ecuador.
Algunas de las especies son de amplia distribución, pero otras son de distribución restringida, y están amenazadas. C. officinalis (¡la que aparece en nuestro escudo!) se distribuye principalmente en el norte de Perú (Cajamarca y Piura), y en el sur de Ecuador, y está bastante amenazada por la tala para fines agrícolas. Se la encuentra en escasos números en márgenes de cultivos y pastos.
Algunos de los principios activos de la quina (alcaloides como la quinina o quinidina y cinchonina, y taninos catéquicos), también están presentes en los géneros Ladenbergia y Remigia, que ocurren en las zonas bajas de Loreto, y también son usadas como febrífugo.
Entre otras cicatrices, tengo la malaria metida en el hígado como recuerdo de mis correrías amazónicas, desde que la agarré por primera vez a principios de los 90, y cada vez que bajan mis defensas, revive como el ave Fénix. La medicina moderna me la saca de la sangre, pero no puede extirpar los parásitos de su refugio hepático. Voy a tratarla con la quina, que a decir de los pobladores que todavía la usan tiene además otros efectos beneficiosos, incluyendo la prevención del cáncer y de otras dolencias; hay personas que incluso la toman como agua de tiempo «para sentirse bien». Les pasaré la voz si tengo éxito…