Dura frontera

La vida donde se una persona ha nacido siempre es más bonita, sobre todo recordando la familia, los vecinos, los amigos, los conocidos, las actividades festivas y hasta los momentos tristes. Encierra una magia de la tierra donde creciste.
Esto hace que a pesar de los problemas que puedan presentarse y también por la imposibilidad de ir a buscar otros lugares más prometedores, las personas nos acostumbramos a nuestro espacio.
Y como dice la canción “y va pasando la vida, la vida, ay la vida”…puesto que recordamos que hace cerca de 30 años radicamos unos meses en la zona de la triple frontera y la descripción de la vida en la zona no ha variado y mucha gente valiosa que conocimos allá siguen aportando a sus vidas y a la sociedad con esperanza.
Los polos de desarrollo son un espejismo y ciertos negocios y el presupuesto de las entidades púplicas sostiene precariamente a la población, y también negocios privados.
Aunque la actividad ilícita del sembrío de hoja de coca sea un secreto a voces, todavía no hay gestión de producción alternativa que superer los dividendos de este producto, que fue lícito en la época incaica como uso medicinal y para soporte del intenso frío en la serranía del país.
Las últimas informaciones que nos vienen de la zona nos muestra que poco ha cambiado. Ningún proyecto que venga directamente del Estado pensando muy en serio de cómo hacer industria farmacéutica aprovechando la hoja de coca y desviar su uso del clorhidrato de cocaína que los países con alta población de consumidores no se esfuerzan en erradicarlo.
Es una idea que los especialistas tanto químicos como de mercadeo y otros pueden evaluarlo. O que surjan otras, por supuesto, pero que resulten efectivas, como que el Estado a través de sus instancias adquiera las producciones agrícolas a precios de competencia para los programas sociales. Es una forma de asegurar la paz social y todos salimos ganando porque la tranquilidad no tiene precio, y lo que pase en la triple frontera también nos repercute. Estamos a tiempo.