Este fin de año deseábamos que fuera lo menos trágico posible, sobre todo en lo que a accidentes de tránsito se refiere, pero lamentablemente nuestro deseo no se pudo cumplir y se le arrebató la vida a un niño de apenas 3 años de existencia.
Las primeras versiones de los testigos señalan que el padre estaba conduciendo su moto en aparente estado de ebriedad, que manejaba a excesiva velocidad, y que es posible se haya quedado dormido unos segundos.
Este sueño habría sido suficiente para salirse de su ruta e impactar violentamente contra un poste que hizo que su menor hijo que estaba en la parte delantera de la moto, recibiera un golpe de muerte instantánea.
Es difícil entender a los padres sea papá o mamá, que, a pesar de muchas otras tragedias de accidentes similares en motos, no han asimilado el enorme riesgo que representa manejar ebrios y peor llevando a sus hijos.
La ley por conducir en estado de ebriedad tiene sus sanciones drásticas, y si esta tiene como consecuencia caso de muerte la sanción penal también es fuerte, en caso de confirmarse el estado etílico del progenitor, en este triste hecho, específico.
Se dieron otros accidentes de tránsito también de cierta gravedad, pero otros sucesos que también como sociedad nos debe llamar a una reflexión y acciones, son los suicidios de jóvenes que vienen ocurriendo.
Es un asunto de salud mental, por supuesto, pero que también tiene que ser tratado desde el interior de los hogares, buscando información, orientación, de cómo afrontar ciertas situaciones, problemas de violencia, otros propios de la edad, que nuestro sistema de salud contempla atención y debemos utilizarlo.
El derecho a gozar de buena salud mental nos va ayudar a ser personas que prevenimos, a evitar situaciones de riesgo para nuestra vida y de nuestros seres queridos, a tomar decisiones responsables, a equilibrar y controlar nuestras emociones. Estamos en la obligación de buscar ayuda por una vida en paz, personal, familiar y comunal.