Inseguridad

Es una sola palabra la que ha llevado a los ciudadanos de tantas naciones a permitir que el gobierno se entrometa de esa manera en sus libertades: miedo. El miedo que produce el crimen.

La historia está llena de pueblos que han entregado sus libertades a algún dictador que a cambio les ofreció seguridad (y de filósofos que, como Hobbes en su «Leviatán», han buscado justificarlos). El ejemplo que más fresco deberíamos tener los peruanos es el de Fujimori. Buena parte de nuestra sociedad toleró su gobierno autocrático bajo el pretexto de que él encarnaba la «mano dura» que trajo la «paz» y el «orden» al liberarnos del terrorismo. Esta es una piedra con la que a toda nación le es fácil tropezar.

Por ello, deberían preocuparnos los resultados de la encuesta del Barómetro de las Américas 2012 aplicada en los 26 países del continente. Según ella, el Perú es el país donde la percepción de inseguridad es más alta y es el segundo país en victimización por delincuencia (es decir, el hecho de haber sido víctima de un acto delictivo durante el último año). Esto podría ser el germen de un movimiento ciudadano dispuesto a entregar nuestras libertades a una alternativa autoritaria a cambio de la seguridad que el gobierno democrático parece no poder garantizar.

Nuestro Estado, lamentablemente, está muy lejos de revertir esta situación y generar un clima de paz y orden. La policía y autoridades judiciales   aparecen, invariablemente, en todas las encuestas, como las instituciones menos confiables o más corruptas, junto con el Congreso y los partidos políticos. Y a esto hay que sumarle la percepción general de corrupción, donde el Perú ocupa el séptimo lugar de América (aunque hay que reconocer cierta mejora relativa, pues ocupábamos el tercer lugar en el 2010).

El gobierno del presidente Humala tiene la urgente necesidad de convertirse en garante de la seguridad y de la justicia. No solo porque es su obligación constitucional proteger a los ciudadanos, sino porque ello es una vía de cerrarle el paso a eventuales iniciativas autoritarias. De continuar en la situación actual, que no quepa duda, arriesgamos a nuestra democracia.