Velocidad cómplice

Muchos conductores de vehículos motorizados expresan abiertamente su gran habilidad al momento de conducir a velocidades no permitidas. Es una frescura y una afrenta a la seguridad de las personas, más aún cuando de conducir llevando pasajeros se trata, y con mucha más razón en cantidad no permitida por el propio vehículo.
Nos confiamos de nuestra habilidad y como hemos hecho costumbre el desafiar a las normas de tránsito, o al reglamento del transporte por carretera, los resultados son que más vidas humanas se pierdan, más familias sufren las pérdidas, más personas inocentes como los niños pueden quedar con invalidez el resto de sus vidas, o perder la vida misma. Trágico.
Todos los días sabemos lo expuestos que estamos a las pistas arrebatadas de nuestra ciudad y con mayor razón en la carretera, donde no hay velocímetro que pueda hacer que los vehículos se abstengan un poco por temor a la multa por infracción, y donde la policía de carretera trabaja en serio y con cierta finta a la vez.
El último accidente en la carretera Iquitos Nauta que conmueve a la ciudad, la región y el país, no será el último, sino, se pone mano dura en la reglamentación por la vía interprovincial. Es que según versiones del fatal accidente, el vehículo menor (furgoneta) quiso adelantar por el lado derecho de la camioneta que le precedía.
De ser así, se violó una regla básica del conducir. Cómo lo voy a querer pasar por el lado derecho. Aun si la hazaña del conductor (que lamentablemente falleció) lo hubiera querido hacer tomando su izquierda, estaba en falta al tener una cantidad de pasajeros no permitido en su vehículo. Igual hubiera podido perder el control del vehículo al hacer una esforzada maniobra.
Cuántas víctimas más necesitamos para ponernos estrictos. Pero, quizás ocurra que al querer hacerlo una marcha de furgonetas, de camiones, de volquetes se vea en las calles bloqueando el paso, porque «están queriendo atropellar sus derechos» al imponerles el cumplimiento de las normas. Recordemos que «el derecho de uno termina, cuando se inicia el de los demás». Está tan retorcida nuestra concepción de ciudadanía, que nos falta un buen trecho para aprender a vivir en una sociedad donde las normas se tienen que acatar.