El consumo de alcohol en menores

El alcohol es, ante todo, un alterador de estados de consciencia y es, por lo tanto, el equivalente a una gran cáscara de plátano psicológica, para quienes por definición están en edades en donde no han acabado de formar sus ideas de sí mismos y de su relación con el mundo que los rodea. Aunque parezca solo un entretenimiento para estos jóvenes, las más de las veces el abuso de alcohol es también un recurso inconsciente para ahogar en él problemas que entonces quedan sin solución.

Internacionalmente existen abundantes estudios que relacionan el consumo de alcohol por parte de menores de edad con ese tipo de sucesos. La OMS, por ejemplo, estima que el abuso de alcohol ocasiona anualmente alrededor del mundo 2,5 millones de muertes, de las cuales una gran proporción pertenece a -o es ocasionada por- jóvenes.

Un reciente estudio realizado por la StateUniversity of New York, por su parte, encontró que el 95% de los delitos que se cometen en los campus (incluyendo el 90% de las violaciones) está relacionado con el consumo de alcohol por sus autores o sus víctimas y que el 60% de las universitarias con enfermedades de transmisión sexual, como herpes o sida, las contrajeron por no usar protección bajo los efectos del alcohol.

Este tipo de posibles consecuencias del uso de alcohol por parte de menores, sin embargo, no agota, ni mucho menos, el peligro que éste involucra. De hecho, acaso el mayor aliado de la trivialización del uso adolescente o preadolescente del alcohol por parte de los padres de familia, es el hecho que muchas de sus consecuencias salen a relucir solo años después. Así, los padres cuyos hijos menores no llegan a estar involucrados en delitos o accidentes relacionados con el alcohol, piensan que el uso alcohólico de éstos es de los que quedan sin consecuencias. En un enorme número de casos, se equivocan: muchos de los daños que causa el abuso juvenil del alcohol están en el tipo de personalidades y hábitos adultos que ayuda a formar.

Los padres de familia tenemos que trazar una raya. Al menos en lo que toca al alcohol, dejemos de preocuparnos porque nuestros hijos sean «normales». Escojamos que sean sanos.