El Poder de la Amazonía

Fernando Herman Moberg Tobies
http://riendasciegas.wordpress.com
hmoberg@hotmail.com
@FernandoMobergT

 

 

La camioneta avanza, la señal de internet desaparece, empieza la desconexión del sistema social artificial, el sonido de los árboles y aves nos acompañan, todos estamos en silencio mirando por las ventanas sin prestar atención al vicio del celular que muchas veces no nos permite disfrutar del momento, del presente, de la realidad.
Llegamos al río Itaya, bajamos, caminamos hacia el deslizador para seguir el recorrido a unos días sin estrés de la ciudad, sin ansiedades y sin nada que cause conflictos. Surcamos río arriba, vamos a más de cuarenta kilómetros por hora, la naturaleza llama mi atención y mis sentidos son atraídos por todo el paisaje. La desconexión ya es total, el río se va haciendo más angosto y la noche va llegando, ha pasado una hora y seguimos surcando, aparecen techos de irapay, se ven algunas casas de maderas y de otras solo la parte de arriba, hay algunas canoas amarradas en una pequeña plataforma de maderas unidas que lo usan como soporte para poder bañarse y lavar sus ropas, alimentos y embarcarse.
Pasamos algunos botes, nos saludamos felices sin conocernos, la naturaleza nos está llenando de una energía que no nos importa si no conocemos a los demás, los saludamos con una gran sonrisa en el rostro y levantando la mano muy alegres como si hubiese algún sentimiento, me sorprendo de mi reacción, a veces andamos tan ocupados en querer hacer mejor las cosas que olvidamos transmitir buenas energías a la vida de formas simples, a la naturaleza, a los que son de nuestra misma raza, especie.
Trepo a la embarcación del costado y salto primero que todos, piden que me ponga botas, el asistente que envió el canal me dice que tenga cuidado, sonrío, estoy lleno de energías, quisiera que esto fuera para siempre, recién llegamos y ya estoy conectado con la naturaleza, con el sistema natural evolutivo real, me pongo las botas, prenden las linternas y miro al equipo, estamos en la misma vibración, todos en silencio tratando de entender las preguntas que se desatan en nuestro interior.
Avanzamos en grupo, pasamos por la comunidad que es el acceso al área de investigación de la universidad, hay diez casas alrededor y una inmensa cancha de fútbol de yerba bien cultivada en el centro, solo una de ellas tiene luz con electrobomba, todos nos saludan, se acercan, nos dan la mano, les decimos algunas palabras admirando lo hermoso que es vivir como ellos lo hacen y nos despedimos. El administrador nos pide que avancemos y a menos de cien metros dejamos la comunidad atrás, estamos adentrándonos en la selva.
Con respeto nos introducimos once almas en las profundidades de la naturaleza, a donde se encuentra su belleza que llena el alma y resuelve los misterios si sabes unirte a ella, avanzamos por una pequeña trocha llena de hojas caídas por el viento, el panorama es maravilloso, las linternas nos muestran por donde avanzar, los sonidos de los animales nos dan la bienvenida, nos llenan los oídos que parecemos desorbitados, once almas jóvenes que buscan el cambio de sus tierra se introducen a buscar respuestas, a honrar a la tierra de la que somos parte, conversamos de las cosas que venimos promoviendo, el sonido de la selva de noche nos acompaña, silbidos, golpes, corrientes de aire, gritos salvajes de la fauna que siente nuestras buenas intenciones, avanzamos tratando de entender qué es la sociedad artificial y qué es esto, lo natural.
Miro a quienes con el tiempo se convirtieron en mis amigos, adelante y detrás de mí, a mi costado o donde estén eso no interesa, los observo con cariño, los admiro porque así como yo soportan lo que tenemos que soportar para poder trascender sin tener que deber nada a nadie más que a nuestro esfuerzo, familia y a quienes lo reconocen, sin pedir nada a cambio, como hay pocos, pero los hay.
Llegamos, subimos las escaleras, nos sacamos las botas para no ensuciar la cabaña que nos recibe, su tamaño y estructura es interesante, algo dentro de la nada y nosotros somos nada dentro de este gran todo; nos dan indicaciones, me muestran la cama donde dormiré y empezamos a hacer cola para asearnos.
Hace tiempo que no me desconectaba, lo intentaba pero no acertaba, mis viajes dentro y fuera del país siempre han sido muy gratificantes, me llenan de sueños y proyectos, pero éste es distinto, no tenía que salir para encontrar, tenía que entrar para tener las respuestas que empiezan a venir.
Mi mente está como detenida, estoy asombrado, no pienso en nada, no me interesa ni los que me hacen daño ni los que me llenan de bien, estoy unido a los sonidos sin pensamientos de la naturaleza, solo están ahí, presentes, sin problemas, sin manías, sin neurosis, sin vacíos o alergias que duran poco o mucho, y me pregunto: ¿qué es lo que hace que la vida del hombre natural sea tan infeliz en la sociedad artificial que su bondad se va apagando de a pocos?
Estamos cenando en una misma mesa, ajustándonos pero encajamos todos, el sabor de la comida sin condimentos refuerza mi atracción al momento que estamos viviendo, hace mucho que no disfrutaba de una comida sin tener que correr por el tiempo, de disfrutar en conversar por conversar sin tener que pensar en algo específico o tener que impresionar, a veces corremos todos los días por cumplir o estar bien en el sistema social artificial, que acabamos desorientados emocionalmente y autojustificándonos.
Estoy libre, nada me ata en este momento, bajo las escaleras hacia el pasto, siento en mis pies la tierra, la forma en la que en algún momento alguien de mi familia vivió en el pasado, sin estrés, sin tener que usar su tiempo en adornarse o llenarse de cosas para crecer en un sistema que termina absorbiéndolo y volviéndolo útil para servir a un grupo que los dirige sin que se den cuenta.
Estoy cansado, bajo mi mosquitero en una cama de plaza y media con el calor natural sin aire acondicionado que da la comodidad comprada, me quedo dormido. Me levanto, la temperatura ha descendido, hace un poco de frío, salgo de mi habitación, doblo hacia la derecha, me quedo mirando en el balcón, tratando de descifrar el mensaje de los sonidos de la naturaleza de la cual alguna vez nosotros también fuimos parte antes de ser arrancados para servir a los intereses y poder de otros.
Desayunamos en grupo, disfrutando los sabores de lo natural, andamos descalzos sin que nadie ofenda a nadie por su simple vestimenta, algunos comen con las manos y yo pido repetición, me siento como un niño inocente que no le importa la vergüenza y sonrío, recuerdo mi programa de televisión, el periódico, las reuniones ejecutivas para proyectos sociales, sonrío, recuerdo las charlas que doy en los colegios, en las críticas que a veces nos dan por insistir en la teoría de la evolución del hombre y cómo se refleja esto en los altos índices de agresión en la sociedad, suspiro, cierro los ojos y sonrío, me siento descansando, relajado, renovando energías para seguir en lo que creemos, en intentar aportar una alternativa de pensamiento en los jóvenes de la Amazonía maltratada.
Como parte de los proyectos que dirigimos en la UCP, llevamos proyección académica social a ciertos espacios, el administrador del área de investigación es uno de los líderes juveniles más importantes de la universidad con él que he trabajado varias actividades en beneficio de nuestras carreras profesionales y también de la comunidad, ya habíamos coordinado y ahora estamos yendo a realizar unas dinámicas psicológicas en una comunidad cercana.
Una niña gana el partido de vóley, compra su gaseosa personal en la única tienda de la comunidad, toma un par de sorbos y se acerca hacia el colegio con un solo salón donde estudian de primero a sexto de primaria, hay una fila de catorce niños y niñas sentados en la vereda, entrega la botella al primero de la fila y se pasan, todos toman un sorbo de la gaseosa, sin mezquinar o aprovecharse de más, sin hacer preferencia en que es su hermano o familiar, comparten a pesar de la necesidad sin lastimarse, sin encararse, sin hacerse daño, sin justificarse por sus carencias, sin burlarse de su falta de conocimiento social artificial. Una gran lección para recordar que a veces nos olvidamos de cosas tan simples que se podrían reflejan en las grandes decisiones que tomamos.
Volvemos al centro de investigación empezando la noche, regresamos cansados, avanzamos conversando, pero una vez dentro del camino selva adentro las energías empiezan a calentar y todos avanzamos contentos, algunos cantando y otros como yo solo disfrutando de la vista entre sombras, algunos movimientos y sonidos.
Nos reciben con la cena servida y la cocina a leña aún prendida, dejamos la botas y las cosas en la maloca principal, nos lavamos las manos y nuevamente disfrutamos como si nada más existiera en el tiempo o en otra realidad, más que la tranquilidad, despertar, caminar entre la naturaleza, dormir y gozar de la naturaleza, de lo natural, de lo real, vivir sin tener que servir, solo vivir.
Nos levantamos, es momento de regresar con nostalgia, damos vuelta a nuestros pasos y volvemos con algunas respuestas y aún con algunos vacíos, pero recordando que parte de nosotros no es todo artificial como el sistema social económico nos obliga a vivir, aún hay una alternativa, no hay que destruirla, cuidemos la Amazonía, recordemos nuestra esencia, nuestra identidad, nuestra realidad.

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