Semana reflexiva

En muchos lugares del mundo, así como en las parroquias cristianas de nuestra ciudad se empezó a vivir con fervor el inicio de la semana santa, que implica una reflexión sobre nuestra vida vinculada a las enseñanzas de Jesús a su paso por la tierra.
Una tarea nada fácil, porque aun siendo creyentes nos parece, por decirlo de alguna forma, inapropiado hablar de nuestras creencias y espiritualidad en ciertos espacios de la sociedad, como cuando alguna autoridad creyente trata de llevar en esa línea su gestión, de ser honesto rechazando la corrupción, de llevar paz con diálogo y trabajando con decencia los proyectos más urgidos.
En esta semana que se inicia con los temas de siempre respecto a los escándalos de corrupción desde el gobierno central, pasando por el congreso, los ministerios, las gobernaciones, las alcaldías, entre otros, también los privados que se coluden con los públicos, debemos hacer un pare y decir aquí estamos.
Preguntarnos, ¿cómo llevamos nuestras vidas en el 2023? Y ¿cómo nos va ahora? ¿en qué estamos enmendando? ¿Cómo estamos mejorando? ¿qué cambios estamos asumiendo en el marco de nuestra fe cristiana?
Respuestas que sólo cada uno de nosotros lo tenemos dentro de nuestra mente y conciencia. Y cuando esta forma de vida con el mensaje de Jesús lo hacemos público, de hecho, podríamos recibir rechazo y aceptación, o comentarios como “que no es el espacio”, y diversas justificaciones para evitar el mensaje divino. Y eso que se trata de personas que asisten a las misas puntuales.
Mientras mirábamos agitar los ramos y buscar que le caiga un poco de agua bendita, donde nosotros también lo esperábamos, una serie de imágenes nos venían a la mente como la señora vanidad de los relojes, el desperdicio de los fondos públicos que no priorizan debidamente la alimentación, educación, salud, el capital humano y la generación emergente de empleo, porque millones de peruanos así lo esperan.
Jesús ha entrado triunfante a Jerusalén, su mensaje está pendiente para darle vida y no esperar los minutos antes de nuestra expiración física, para invocar perdón y querer arreglar en segundos, lo que se pudo hacer en una vida de años. El mensaje cristiano no es imposible, nos falta darle vida.