¡Pura Vida, Pura Estafa!

  • La falta de ética de nuestro empresariado peruano:

 

Por: Adolfo Ramírez del Aguila
Docente de Educación Secundaria

 

 

Hace algunos años, cuando me tocó comprar mi primer celular, tuve que hacer el ejercicio de elección, como consumidor, por una cierta marca que ofertaba el mercado tecnológico de ese entonces. Recuerdo que reinaban Movistar y Claro. Elegí Claro porque la Telefónica que oferta Movistar es empresa española, y con los españoles no quiero saber nada, por un sentido patriótico e histórico.
Cuando puse mi primer cable, tiempo después, me encontré en una encrucijada; no había más opción que elegir a la Telefónica, que reinaba con Cable Mágico, una opción inalámbrica que no se hacía problemas por la ubicación de mi vivienda. Firmé el contrato casi sin leer el montón de papeleo (con letra chiquitita) que manda la ley, pagué lo que indicaba y logré que la empresa me instalara el tan apreciado servicio, para no estar mirando solo canal 7.
Los trabajadores de la telefónica fueron a mi casa, e hicieron su trabajo; todo quedó como habíamos convenido. A los pocos días, el servicio empezó a fallar, y a pesar de mis reclamos, la empresa no se hizo responsable de las deficiencias. Opté entonces por acercarme a la oficina para anular el contrato. La señorita me dijo que tenía que pagar por tal y cual concepto, ya que estaba pidiendo la anulación del servicio. Pagué religiosamente todo lo que me indicaron, sin renegar, con tal de librarme de la Telefónica.
Pasó algún tiempo y me llegó una notificación de la Telefónica-Cable Mágico, indicando que tenía que cancelar una deuda pendiente. – «¿Deuda, de qué?» Me acerqué molesto a la oficina de la calle Arica, y una señorita muy estresada, me explicó apresuradamente, que la deuda es por los equipos que habían instalado en mi casa. Yo le dije que esos equipos están efectivamente en mi casa y que no me sirven y pueden ir a recogerlos. La señorita me dijo que el contrato dice que esos equipos los tengo que pagar. – «Pero no me sirven señorita, no los necesito». – «Tiene que pagar señor, son normas de la empresa. Sino paga aparecerá como moroso en Infocorp.»
Haciendo un esfuerzo económico, cancelé la pesada deuda y les pedí que me dieran una constancia de no adeudamiento. Al cabo de unos años me llegó nuevamente una notificación de la Telefónica, diciendo que tengo que pagar una deuda pendiente con intereses incluidos. –»¿Y ahora de qué es? Dios mío.» Nuevamente comparecí, y les dije que yo no debo nada. –»Sí señor, usted debe.» Yo les amenacé que les denunciaría ante los entes que velan por los derechos del consumidor, porque sentía el peso abusivo de una transnacional española que actuaba como Francisco Pizarro.
No sé si por que les amenacé con denunciarle ante los entes respectivos, pero al cabo de unos días, me llegó una carta aclarando que efectivamente ya no tenía ninguna deuda económica con la empresa. Me pidieron disculpas por el error y me invitaron a seguir utilizando los servicios estrellas de la Telefónica. – «Nunca más la Telefónica», dije liberado en mi interior.
El testimonio que presento, es uno de los miles de casos que se dan en esta sociedad capitalista del consumo, en donde los consumidores casi no tenemos derechos, solo obligaciones a favor siempre del capital financiero, y de los empresarios que llenan sus bolsillos con contratos de transacción, saqueando la anémica economía de los clientes.
Lo que pasó con el caso «Pura Vida», el producto polémico del todopoderoso Grupo Gloria, es solo la punta del iceberg de una práctica empresarial que no tiene ni un ápice de ética a la hora de hacer negocios. El bienestar del cliente es lo último que le interesa a este sistema de negocios, que obtiene astronómicas ganancias, mintiendo, saqueando y estafando al pobre consumidor.
La leche «Pura Vida», el producto que en algún momento consumió mi familia, resulta que no era ni leche, ni pura, ni daba vida. Una estafa que clama justicia al cielo. Y lo peor, los organismos estatales encargados de velar por el bienestar de los consumidores, se hicieron los sordos, los ciegos y los mudos, ante tamaño engaño. Resulta que la leche «Pura Vida» es un producto lácteo derivado de soya transgénica, que incluso puede ser cancerígena. Por casi 10 años vivimos estafados y engañados, ellos ganando dinero con nuestra inocencia y nosotros poniendo en peligro nuestra propia salud.
La desgracia se completa, cuando ahora sabemos que el caso se había denunciado reiteradamente hace 5 años, y los organismos: – «No se oye padre». Tuvo que saltar el escándalo en Panamá, para que recién descubramos que consumíamos un producto bamba. Lo mismo sucede en los casos de corrupción, tuvo que estallar el caso ‘Lava Jato’ en Brasil, para recién saber que las obras públicas de los últimos tres gobiernos anteriores, eran burdos montajes para asaltar al erario nacional.
Pedimos al Señor de la verdadera pura vida, vida verdadera en abundancia, que nos ampare de tanta corrupción generalizada a todos los niveles. Dios trino, Padre de las naciones, tu Hijo liberador y el Espíritu Santo de la justica y la misericordia, protégenos de tanta maldad en el mundo. Danos fortaleza para seguir luchando por un reino de verdad, justicia y amor.
De la falsedad y la burda mentira ¡líbranos Señor! Amén.