Como ciudadanos y ciudadanos estamos bien enterados que vivimos bajo normas que regulan nuestras actividades en el marco de deberes y derechos, respetándonos mutuamente. Sin embargo, observamos que exigimos a las autoridades que ejerzan el principio de autoridad, pero cuando lo hacen salimos en defensa de quienes se resisten a cumplir las normativas haciendo hasta comparaciones absurdas.
También somos finos comparando lo que otras ciudades como Tarapoto, Trujillo, Cusco, Pucallpa, etc., en nuestro país, y en otros lugares del mundo hacen para lograr una ciudad ordenada y atractiva para sus propios habitantes y para el rubro turístico que nos beneficia a todos.
Lo más sorprendente de nuestras contradicciones es que exigimos hasta empleando calificativos relacionados a la supuesta incapacidad de quienes ejercen el poder político de turno, sea a nivel de gobierno regional o de los gobiernos locales, pero cuando actúan hacemos una especie de “boicot”.
Así, cuando vemos las plazas, calles, los espacios de recreación y otros, lleno de personas que se colocan donde no deben hacerlo para realizar pequeñas actividades económicas, nos ponemos en el lado de que estas personas deben respetar esos lugares donde está normado no invadir, o colocarse indebidamente.
Pero cuando las autoridades se organizan para erradicar estas ubicaciones equivocadas y los notifican para retirarse, les reiteran el retiro y simple y llanamente no lo hacen faltando el respeto al principio de autoridad; entonces proceden a desalojarlo, nos ponemos del lado de los infractores y decimos “pobrecitos”. En realidad “pobrecitos” todos nosotros que no tenemos claro lo que queremos.
Pensamos que debemos ejercer más la disciplina para lograr que el lugar donde vivimos sea más viable, con cada cosa en su lugar; porque nadie está impidiendo que los vendedores de coco, por ejemplo, dejen de hacerlo, les están diciendo que deben hacerlo en otro lugar, menos en el perímetro de la zona monumental.
Para lograr comunidades, pueblos y ciudades atractivas, debemos ser conscientes de nuestra responsabilidad ciudadana y aceptar que si no cumplimos, no solamente estamos desafiando el mandato de la autoridad de turno, sino estamos yendo en contra de nuestra ciudad, en este caso de Iquitos, donde reclamamos verla bella, y en ese sentido la zona monumental es como la sala de nuestra casa y la debemos poner bonita para nosotros y para recibir visitas.
Es increíble que admiramos la disciplina del pueblo cusqueño que en el perímetro de su zona monumental se aprecia orden, cultura, turistas nacionales y extranjeros caminando tranquilos, tomándose fotos; pero para nuestra ciudad eso todavía parece un sueño.
Las autoridades saben que ejercer el principio de autoridad muchas veces los hace impopulares, y deben saber que los elegimos para gobernarnos y no para que gobierne el poco criterio de ciudadanos equivocados. Además que las normas y reglamentos se hacen para cumplirlos.