Rememorando décadas pasadas ciertos especialistas en meteorología estaban en condiciones de afirmar que la zona de selva baja, sobre todo, no era zona sísmica, por tanto era impensable un temblor o menos todavía un terremoto que pudiera causar muchos daños materiales y humanos.
Si recordamos en la época del colegio en la década de los 80 por directivas del Ministerio de Educación los profesores organizaban simulacros de sismo, lo que era duramente criticado por ciertos sectores porque se podría considerar una falta a la realidad.
Y más bien se proponían simulacros en caso de incendios, lluvias torrenciales, inundaciones, descargas eléctricas descomunales; que al fin y al cabo son fenómenos naturales que sí tenemos y afrontamos. Bueno, quién lo iba a pensar, esos ensayos nos sirvieron a los que ya pasamos la base 40 para tomar ciertas medidas ante los temblores que cada vez son más seguidos en nuestro Loreto.
Lo sucedido anoche sin embargo, es un movimiento sísmico nunca antes visto ni experimentado en la selva baja del país, donde además fue el epicentro cuyas ondas expansivas poderosas hicieron que se sintiera en casi el 50% del territorio nacional, también se replicó en Ecuador, Colombia y Brasil.
Qué movimiento para alucinante, aterrador, de película sobre el fin del mundo, horrible; pero en medio de todo calma, calma, con lágrimas contenidas, con otras que se exteriorizan, con rezos imploradores desesperados, con un insomnio tras el suceso que nos lleva a reconfirmar que tenemos que prepararnos más para afrontar un accidente natural posterior de igual o mayor magnitud.
Fue un terremoto, por supuesto que sí, y que el mundo sepa que fue así. Pese a que una autoridad y especialista geofísico del país nos ha sorprendido a primera hora de la mañana con un nuevo concepto: Que todo movimiento de la tierra siempre se ha llamado sismo, y que la gente dependiendo de la gravedad de sus consecuencias lo denomina terremoto. O sea ya no es la magnitud del movimiento.
Tal vez sea una decisión para no acrecentar la alarma de la población, habida cuenta que rápido se conoció que no había mayores daños materiales ni menos humanos, a Dios gracias y gracias por darnos una naturaleza que juega una suerte de amortiguamiento. Pero en la zona de Lagunas y en general en la provincia de Alto Amazonas, los resultados sí hablan de daños materiales marcados. Pero nada comparable a lo de Áncash en 1970 con un movimiento similar cercano a los 8,0 grados dejó 70 000 muertos. Dios, para seguir analizando.
Otro aspecto que se tiene que señalar es que las ondas horizontales y no verticales, según se supo, habrían contribuido a que no se sufriera mayores daños. Esto asombra también, pero la alerta ya está lanzada. Estamos avisados. Entonces a tomar medidas de prevención. Es responsabilidad de todos, de autoridades y de la ciudadanía en general.