Se ha hecho práctica común en nuestra región y el resto del país, las pre concentraciones para asistir a mítines partidarios, aún antes de haber inscrito en el registro de la ONPE al partido, movimiento, o agrupación, aunque no sea política, que aspire a ocupar el sillón regional o municipal.
Indudablemente la ley permite tales concentraciones, previa autorización expedida por la gobernación regional, además de presentación de planos de ubicación y medidas de seguridad que garanticen la integridad de los asistentes a dicha actividad partidaria.
El tema viene a colación dada la cada vez más creciente necesidad que manifiestan los estrategas de cada institución con aspiraciones al cargo, de ocupar plazas y calles para dar a conocer sus llamados planes de trabajo, además de sus promesas que sólo Dios sabe si las cumplirán o no.
Hasta aquí todo más o menos bien, sin embargo hay un punto por tratar que no ha sido hasta ahora puesto en acción ni exigido por la autoridad correspondiente, pese a la urgencia que el tema exige, pues se trata de la seguridad de los niños que por una causa u otra asisten estas concentraciones, donde por la agresividad del discurso plazuelero o por la cercanía de otra concentración con las mismas aspiraciones, provoca reacciones violentas que degeneran en agresiones físicas y hasta en grescas de dimensiones incontrolables donde los niños serían las víctimas más sensibles.
Podrá calificarse de exagerado este comentario, pero obedece a una realidad vivida por nosotros el fin de semana que pasó en el distrito de Belén, donde una institución con aspiraciones electorales desarrolló un mitin partidario, mientras se escuchaba a poca distancia el desarrollo de otra concentración con los mismos motivos.
Hubo inquietantes reacciones que menos mal no alcanzaron dimensiones peligrosas o de agresión física, pero aquí debemos remarcar que lo inquietante fue ver un gran número de niños presenciando el mitin, mientras otros se dedicaban a la venta de cigarrillos o golosinas, sin medir el riesgo que significaba para ellos, estar en medio de la borrasca.
Lamentamos ocupar nuestra columna en un caso que debe ser visto por el periodismo especializado en el tema, pero creemos que al margen del calor político, los partidarios de tal o cual engendro con la máscara de partido político, deberían responsablemente evitar asistir con sus hijos a este tipo de actividades, donde la seguridad, en la mayoría de los casos, es rebasada por la violencia. Ojalá que las autoridades policiales tomen cartas en el asunto y actúen con energía para conjurar lo que podría ser una tragedia sin nombre.