– Su humilde casa es el pequeño pulmón verde rodeado de miles de hectáreas deforestadas
– Para llegar a ellos se tuvo que caminar unos 8 kilómetros entre ida y vuelta.
– Dueño vive con esposa y 7 hijos, símbolo de la resistencia natural del mundo amazónico.
– Propietario ha trabajado sus tierras por 30 años, hoy llora al sentir que se le «escapan de la mano».
– Este martes acudirá a la fiscalía debido a denuncia contra empresa del cacao.
Por: Luz Marina Herrera.
Todo indio o mestizo, por historia recuerda la fecha del 12 de Octubre de 1,492 cuando se descubrió América. Con la llegada de los conquistadores la América virgen perdió muchísimas riquezas, tesoros que aún son conservados por Europa y que algún día retornarán a quienes realmente les pertenece.
Un 12 de octubre pero del año 2013, varios medios de comunicación, junto al fiscal del medio ambiente, policía forestal y otras autoridades del distrito «Fernando Lores»-Tamshiyacu, pudieron descubrir la inmensa deforestación ejecutada por la empresa de Cacao del Perú Norte, lo que le valió una denuncia ante la fiscalía especializada en medio ambiente, cuyo fiscal Jhony Ríos, esta semana estará formalizando la investigación preparatoria.
Al margen de los presuntos delitos encontrados por el fiscal, existe otra denuncia presentada por varios campesinos que por años han vivido en la zona y que hoy se sienten despojados de sus tierras. Uno de ellos es el señor Gilberto López Cáuper (63) quien vive con su esposa y sus 7 hijos en una humilde choza. Por 30 años ha cosechado plátano, yuca y otros productos regionales que son comercializados para su sobrevivencia.
Después de casi 6 meses y de una caminata de más o menos 8 kilómetros entre ida y vuelta, por terreno inhóspito pero lleno de árboles primarios que daban sombra y oxigeno por todo el lugar; más allá varias palmeras caídas y una luz del día cada vez más intensa entre los árboles, anunciaba el comienzo de la naturaleza arrasada por el hombre acompañado de maquinaria pesada.
Inmensos árboles tumbados y quemados, listos para ser aplanados a fin que se siembren las plantaciones de cacao y plátano, pues el cacao no sabe vivir solo. En la inmensa selva perdida, a un kilómetro se divisó una especie de oasis, un riachuelo aunque ya no cristalino, rodeado de árboles verdes y llenos de vida. La familia sobreviviente nos ve y el jefe de familia se acerca a conversar, pero más atrás lo siguen dos vigilantes.
Salvado el momento, don Gilberto nos invita «shivé» con Pijuayo. Al hablar sobre el inminente ingreso de la empresa sobre sus terrenos, pues su hermana Ely en Iquitos, sin consultarle procedió a extender la zona a la empresa de Cacao, él y su familia se ponen a llorar. No saben dónde ir, o quizá sí, lo que más les duele es el desmembramiento, esa sacada de raíz de su hábitat de toda su larga y corta vida. Ese rompimiento y conexión con la naturaleza viva.
«Yo el día martes estoy yendo a la fiscalía porque junto a otros moradores que también les han despojado, sin que les vendan nada, hemos puesto una denuncia y esperamos ser atendidos por la justicia, mientras esa esperanza exista nosotros no vamos a salir de aquí porque este es nuestro hogar», dice López Cauper.
Lo observado el día de ayer sin duda serviría de materia prima para un largometraje que exponga la vulnerabilidad en que está sumida actualmente, no solo lo Amazonía sino sus propios hijos y especies que habitan en ella.