Por: José Álvarez Alonso
«No hay expectativa de una mejoría sustancial en la calidad de vida del pueblo loretano», predice el reconocido experto en temas amazónicos Marc Dourojeanni en su transcendental informe «Loreto Sostenible al 2021» (página 264), elaborado con apoyo del equipo de profesionales de DAR. Esto si las cosas no cambian drásticamente y todo sigue como hasta ahora, claro. El libro fue presentado el pasado martes 4 de junio en Iquitos, con masiva asistencia del público iquiteño.
No es la única predicción en el escenario «tendencial» que hace M. D., cuya sabiduría nace de una experiencia acumulada de casi medio siglo estudiando la Amazonía, sumada a la interacción con miles de actores y experiencias en países amazónicos y otros muchos del trópico húmedo del planeta. Metidos en su bosque (los bosquesinos, mejores conocedores de la Amazonía) o en su selva de asfalto (los citadinos que creen que saben más) no disponen de la perspectiva espacial e histórico-comparativa de la que goza M. D., capaz de predecir y comparar con lo que ya se ha probado en otros tiempos y lugares. Si sus análisis y recomendaciones vertidas en el seminal libro Amazonía: ¿Qué hacer? (CETA 1990) hubiesen sido tenidas en cuenta por nuestros gobernantes (tanto regionales como nacionales) otro gallo cantaría en la selva peruana.
Pero volvamos a su reciente obra. Por su relevancia, cito las predicciones relativas al recurso pesquero: «La situación del recurso pesquero ya es gravísima, pero todo indica que puede ser mayor si no se toman medidas drásticas e inmediatas, las que no están en las agendas políticas». (p. 243) «Es probable que en el transcurso de la próxima década se asista al colapso de la pesquería». (p. 262).
Las predicciones para las comunidades indígenas (que en buena medida son aplicables a la mayoría de las ribereñas, y que en conjunto representan un poco menos de la mitad de la población de Loreto) no son nada halagüeñas; es más, algunos las calificarían de catastrofistas o apocalípticas, apelativos que usan habitualmente los defensores del statu quo para quienes simplemente se limitan a describir sin maquillajes la realidad.
«De no haber un cambio drástico en la política nacional y regional hacia las comunidades nativas, que determine para ellas un apoyo técnico y financiero prioritario, además de elevar mucho el acceso de los niños y jóvenes indígenas a la educación y, por lo menos a la capacitación, no cabe esperar mejoras significativas de esta situación en la década venidera. «(…) es de esperar que al 2021 las tierras indígenas no aseguren el bienestar de las poblaciones que las habitan. Es decir que, a pesar de su amplio territorio, los indígenas seguirán siendo los ciudadanos más pobres del departamento y saldrán a buscar empleo en las áreas urbanas o en actividades rurales a lo largo de las carreteras y ríos. Sus bosques continuarán siendo objeto de la codicia de los madereros y estarán cada vez más degradados. Serán, cada día más, tentados por los narcotraficantes para ceder tierras para el cultivo de coca, por comerciantes para extraer sus recursos forestales a través de la firma de contratos a largo plazo y claramente desventajosos para las comunidades, y por los buscadores de oro para apoyar sus actividades ilícitas. Se habrán desperdiciado oportunidades valiosas para el desarrollo económico y social, y para la seguridad ambiental, como las que se derivarían del manejo forestal sostenible, del manejo de la fauna y de los recursos hidrobiológicos, de la producción artesanal de calidad y también del potencial turístico de sus áreas. Peor, igualmente se habrá reducido el valor de esos bosques para negocios asociados al carbono, del que 1.639 millones de toneladas de carbono se encuentran apenas en la biomasa aérea de las comunidades nativas existentes. Los conflictos sociales protagonizados por pueblos indígenas se agudizarán.»
«Es obvio que no todas las comunidades nativas irán por el camino descrito pues, a pesar de la indiferencia oficial, ya hay varias que están encontrando vías más promisorias que las señaladas. Pero, sin un plan serio para su desarrollo y sin una ayuda financiera y técnica masiva, planificada y permanente, no cabe duda que ese sea el destino de la inmensa mayoría de las comunidades. Ese escenario no solo será malo para los indígenas. Lo será para todo Loreto.» (p. 141)
M. D. pone el dedo en una llaga particularmente dolorosa para Loreto: el centralismo y la toma de decisiones sobre el futuro de la región. Aunque eso no nos exculpa de los errores cometidos por nuestras autoridades y las ‘fuerzas vivas’ que los arropan, es más que claro que el mango de la sartén está todavía más en manos de Lima que de Iquitos:
«Contrariamente a lo que pueda pensarse, los actores más influyentes para determinar el futuro de Loreto no son loretanos y ni siquiera conocen Loreto, región sobre la que tienen nociones vagas, que muchas veces traducen como un vasto territorio verde donde indígenas visten plumas y usan flechas para cazar y en el que además de peligrosos jaguares y anacondas, hay petróleo y madera. O sea, una visión completamente distorsionada. Sin embargo, es esa inmensa mayoría de peruanos que elige gobiernos nacionales y representantes en el Congreso y es la que, a través de políticas y leyes decididas por sus elegidos, modela el futuro de Loreto. Es decir que el actor principal del desarrollo de Loreto es la mayoría nacional ignorante o indiferente de la realidad loretana.» (…) Es así como desde el Ejecutivo y el Legislativo se toman decisiones que favorecen «hacer dinero» sobre cualquier otra consideración, atropellando derechos de los habitantes de la selva, la seguridad ambiental y el futuro regional. Dicho de otro modo, los ciudadanos peruanos, la mayoría indiferente y la minoría interesada, son los actores que hasta el presente, y probablemente en el futuro mediato, han decidido y decidirán el destino de Loreto. Así es como se coleccionan políticas, leyes, planes, subsidios e incentivos que en general son perversos cuando no inadecuados o fuera de contexto.» (p. 143)
M. D. también esboza el posible futuro de Loreto en un capítulo sobre el escenario «deseable y posible»: su visión no está -como podrían pensar algunos- en un conservacionismo utópico, pero tampoco en el escenario extractivo mercantil actual, sino en un sopesado término medio. La conclusión: sí es posible un futuro próspero y sostenible para Loreto, pero hay que cambiar muchas cosas hoy para ello. «Loreto se desarrolla sin un plan integral, es decir que construye su futuro ladrillo a ladrillo, pero sin saber ni entender la forma que tendrá el edificio que está haciendo». Diseñar y aplicar un buen plan de desarrollo para la región, realista y concertado, parece ser la tarea más urgente.