El hecho de ver un buen número de niñas, niños y adolescentes deambulando a altas horas de la noche y madrugada en nuestra ciudad de Iquitos, casi todos vendiendo golosinas en forma solitaria o junto a sus hermanitos y también amiguitos, hasta algunos señalan que a unas cuadras se encuentra su mamá o papá, también realizando alguna venta ambulatoria.
Los casos varían y las motivaciones también, como un caso que vimos al inicio de esta semana cuando encontramos a un niño de 11 años cerca de la 1 de la madrugada vendiendo bombones y chicles, quien muy tranquilo nos contó que no tiene miedo de estar a esas horas porque no les hace caso a los “fumones” que a veces le quieren provocar, por lo que él se aleja o se va a las enchiladas donde hay gente y se siente protegido.
Su rutina inicia a las 9 de la noche hasta las 3 de la madrugada, porque a esa hora ya hay colectivo y puede regresarse hasta San Juan por donde vive, y si viene a vender por la zona monumental de Iquitos es porque hay bastantes bares, restaurantes y gentes a quienes ofrece sus productos.
Según su versión tiene que hacer 30 soles diarios para poder comprar una ampolla que su mamá necesita que le apliquen todos los días por un problema de salud grave y que su papá se fue a la frontera y no saben nada de él, solo que les dijeron que ya tiene otra familia, por lo que él como hermano mayor tiene que ayudar a su mamá.
Era desgarrador escucharle decir que, a sus 11 añitos, ya es el mayor responsable de ayudar al sustento de su familia con dos hermanitos de menor edad que él. Además, de su abuelita materna que también vive con ellos y se esfuerza por ayudarles, ya que su mamá no puede hacer mucho esfuerzo físico.
Así esta nuestra infancia expuesta por muchas razones, y donde en la mayoría de los casos la irresponsabilidad del padre es lo que más impacta, como si traer hijos al mundo no fuera un enorme compromiso y obligación ante la ley de brindar calidad de vida, empezando por lo básico.
Y nos seguimos preguntando por qué las dependencias públicas de protección de los menores de edad y la familia, principalmente, no abordan con más frecuencia estas realidades. ¿Falta presupuesto? ¿Falta decisión política, así como para las obras de fierro y cemento? ¿Cómo ciudadanía tampoco nos importa?