Por: Gonzalo Marsá Fuentes
Especialista Intercultural.
Las primeras decisiones políticas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, parecen sacudir los cimientos de las relaciones internacionales y comerciales a nivel global. Más allá de los anuncios sensacionalistas y provocadores de un presidente insólito, es fundamental examinar con detenimiento los asuntos de fondo y sus implicaciones inmediatas en las relaciones entre Perú y Estados Unidos.
A priori, la administración Trump ha dado inicio a una guerra comercial con el supuesto propósito de reducir el déficit de la balanza comercial estadounidense. Perú representa apenas el 0,3 % del valor de los productos importados por Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos años, el país se ha orientado hacia la economía global, estableciendo tratados de libre comercio con numerosos socios y consolidando la apertura económica como una política fundamental. Este proceso ha coincidido con la expansión de la globalización china, y no es casualidad que China sea hoy el principal socio comercial de Perú.
Los anuncios proteccionistas de Trump tienen un trasfondo geopolítico evidente: la intención de reinstaurar una política de bloques que fuerce a los países a alinearse con el «mundo libre», leal a Washington, o con el «eje del mal», donde se relega a China. Esta dicotomía sitúa a Perú en una posición delicada, expuesto a la presión de ambas potencias. Es probable que Estados Unidos exija al gobierno peruano definir sus alianzas de manera más clara. Si se confirman los peores pronósticos, un mundo más proteccionista podría significar para Perú una reducción en sus volúmenes de exportación, lo que afectaría la economía nacional, la recaudación fiscal y, en última instancia, la calidad de vida de los ciudadanos.
En el caso de Loreto, la situación debe analizarse con la lupa puesta en otros asuntos no mercantiles. Los anuncios de Trump sobre la suspensión de la cooperación técnica y la eliminación de los fondos de ayuda al desarrollo, gestionados a través de la agencia USAID, pueden tener un impacto significativo. USAID tenía previsto invertir 630 millones de dólares en Perú en los próximos cinco años, una parte de los cuales beneficiaría a Loreto a través de programas de gobernanza, equidad de género, sostenibilidad ambiental, desarrollo rural y políticas antidrogas (a través de la cuestionada DEVIDA).
Numerosos colectivos indígenas, especialmente mujeres, han sido beneficiarios directos de la inversión de USAID, en el marco de su política de apoyo a grupos vulnerables y minorías. Programas de reforestación, gestión ambiental, formalización de tierras, emprendimientos rurales y fortalecimiento del liderazgo local han sido financiados con estos fondos. En otras palabras, USAID ha contribuido a la construcción paulatina de una gobernanza mínima –aunque criticada- en una región caracterizada por la debilidad institucional. Es improbable que el Estado peruano pueda compensar esta desinversión con recursos propios, especialmente en un contexto de escasez y recesión global.
Un caso particular es la suspensión del financiamiento de los programas de lucha contra las drogas y erradicación de cultivos de hoja de coca. De confirmarse esta medida, Loreto podría verse gravemente afectado, ya que el tutelaje ejercido por Estados Unidos ha sido clave para que el propio Estado peruano preste atención a la región. Sin esta supervisión, el crecimiento descontrolado del cultivo de coca podría facilitar que se acentúe la generación de un entorno cada vez más ingobernable e inseguro, marcado por la ilegalidad, la violencia y el crimen organizado.
Los augurios para Loreto no son alentadores. Se trata de una región que ha demostrado resiliencia frente a los embates de la historia y, sin duda, sobrevivirá a Trump. Sin embargo, el impacto de estas decisiones no será indoloro ni inocuo.






Porque generar dependencia
No podemos controlar el tema de drogas
Los fondos de USAOD tomaban diferentes fines
Por ahora hacer lo que corresponde