Fuiste primavera

Hasta la década del 80 todavía se celebraba con mucho color y majestuosidad la estación de la primavera que nunca tuvimos en la selva loretana, ni en ningún otro lugar de la Amazonía peruana, pero lo disfrutamos creyendo que era el mes de la salida de abundantes flores.
Está claro en nuestra memoria las elecciones de las reinas, que una vez elegidas tenían a sus pajes como acompañantes para la gala de la coronación y la fiesta sea en el colegio, en el barrio, en la cuadra, en algún club, y en otras organizaciones, puesto que todos estábamos convencidos que la “primavera” es en setiembre y había llegado para deleitarnos con la pomposidad posible.
Fueron los artículos del semanario católico Kanatari, dirigido por el apreciado y reconocido estudioso e investigador, el español de corazón loretano padre agustino Joaquín García, que nos fue bajando de la nube primaveral.
En los escritos de la época se dejaba bien en claro que esa estación ambiental no existe en nuestro territorio amazónico, y se encendió el debate entre los intelectuales más reconocidos, los académicos, y otros, para concluir que efectivamente acá no existe la primavera.
Por supuesto, que nos causó un poco de tristeza, ya no se decorarán los ambientes con flores y con mucho color con motivo de la llegada de la primavera. Ya no. Tampoco se dará el emotivo proceso de elección de la reina.
Sin embargo, nos ayudó a mirarnos hacia dentro y el entorno, puesto que si no hay primavera, sí hay un bosque hermoso con un variado matiz de verdor, mariposas de colores y flores nativas que estaban ahí, ignoradas y poco valoradas como por ejemplo las “heliconias”, etc.
Y surgió el Festival del Bosque y la elección de la Reina del Bosque, desde las entrañas intelectuales, pedagógicas y coloquiales de docentes como Gabel Sotil, que aportó en esta reconstrucción de parte de la identidad Amazónica. Han pasado varios años y la potencia de celebrar al bosque todavía no ha logrado un gran esplendor. Mientras, sabemos que podemos avivar la naturaleza que es nuestro brillo permanente, coronada de biodiversidad. Qué viva el bosque.