En conversaciones sobre nuestro paso por la tierra se suele decir que sabemos cuándo nacimos, pero nunca cómo, dónde, ni cuándo moriremos, ayer el expresidente del Perú Alberto Kenya Fujimori Inomoto, dejó de existir a la edad de 86 años tras el cáncer que padecía desde hace varios años.
Así en su condición de extinto expresidente la noticia se viene desarrollando desde que se confirmó su partida terrenal. Somos respetuosos de la vida y la muerte, por lo que nuestras condolencias se hacen extensivas a sus seres queridos más cercanos por el dolor que los embarga.
Recordando los diez años que estuvo frente a la administración del país, nos llama a la reflexión el hecho de cómo cambia el ser humano en la figura del expresidente, y tenemos nítidamente en la memoria al candidato sencillo en su tractor sonriendo a pocos transeúntes por la avenida Quiñones.
Transmitía mucha esperanza, de poco hablar, pero preciso, su mentira piadosa de no al shock que contradecía a su rival nada más y nada menos que el laureado escritor Mario Vargas Llosa, quien sustentaba la llegada inminente de un shock en la economía peruana por la forma tan equivocado como se venían conduciendo, lo deslizaron a ganar las elecciones.
La mayoría de peruanos le creímos al catedrático universitario de pose reflexiva y muy seguro de sí. “Que buena yuca ingeniero”, fue la expresión popular que surgió cuando siendo ya presidente del país anunció un shock que elevó traumáticamente el precio de los productos. Nos sentimos engañados, pero ya estaba sentado en el sillón presidencial.
Sin embargo, por medidas acertadas posteriores en ese su primer gobierno la mayoría de peruanos lo respaldamos. Pero, desde una postura de perfil bajo su asesor Vladimiro Montesimos era el motor y socio de la corrupción más grande de la historia del Perú, sin restar logros como el cese de acciones terroristas en el marco de una guerra interna y todo el proceso que ello implicó.
Hasta que aparecieron las pruebas de la corrupción el robo de millones a las arcas del Estado, cuando el país se dividió en dos, los que a pesar de las ilegalidades solo quieren pensar en los aciertos del fujimorismo apoyándolos; y los que no perdonan el asalto al tesoro público y la dictadura disfrazada de democracia que hasta estos días ha afectado muchísimo a la institucionalidad, dejándonos una corrupción generalizada con artimañas que casi se han normalizado.
Estuvo quince años en prisión, salió tras un cuestionado indulto, quiso volver a postular a la presidencia, pero murió ayer 11 de setiembre, una fecha marcada por muertes de impacto: murió el terrorista Abimael Guzmán y ocurrió el ataque de las torres gemelas en NY. Tal vez un curioso y temerario desencuentro en el tiempo astral. Sea como fuere, y al margen de posturas terrenales, descanse en paz expresidente Alberto Fujimori.