En el centro poblado Santa Rosa muchos muertos fueron enterrados en la huerta de su casa

  • En la época de pandemia o porque no había recursos para cruzar hasta el frente (Brasil) y sepultarlos.

Ir a un cementerio a visitar a los seres queridos que descansan eternamente, es sentir tristeza, algo de interrogantes frente al misterio de la vida. A veces un poco de miedo y en otras oportunidades curiosidad.
Como ocurrió en el centro poblado de Santa Rosa (frontera con Brasil y Colombia), al conocer que esa zona fronteriza y abandonada por el Estado, no cuenta con un cementerio y que sus muertos son llevados al país vecino, convirtiéndose para la eternidad en extranjeros.
Todavía no hay un cementerio en Santa Rosa, apenas hay un espacio un poquito alto en comparación a la parte donde están las casas y que es inundable. Esa lomita entregada por el alcalde Iván Yovera, ya cuenta con 7 muertos. Todos identificados por los cúmulos de tierra agrietada por las lluvias, encima de ellos.
El terreno no está cercado, no tiene nada que se asemeje a un campo santo, salvo dos cruces porque 5 ya se perdieron entre la hierba mala. No hay como en otros campos, nichos, tumbas con lápidas de mármol, hormigón, granito, en diversos tonos. Tumbas elevadas, menos mausoleos, flores etc. Allá no hay nada de nada y si el alcalde no hace algo por mejorar, dar señales que ahí será el futuro cementerio; con el tiempo los cadáveres ingresados, no serán más que un simple recuerdo. Poco identificables.
Aunque valgan verdades, ese centro poblado fronterizo muy abandonado, olvidado del poco desarrollo del Perú; con las justas tiene para mejorar la existencia de los seres vivos, difícilmente podrá hacer algo por mejorar el entorno de los muertos. Aunque tenga la mayor voluntad del mundo la autoridad.
La loma aún no tiene la categoría de cementerio, puesto que un campo santo es un lugar sagrado donde se confía el cuidado respetuoso de las personas fallecidas. Puede ser un lugar sagrado el de Santa Rosa, pero difícilmente se le puede endilgar el cuidado respetuoso del lugar. Nadie lo cuida, no hay panteoneros. Nadie ve por ellos. Su ausencia definitivamente ya es eterna.
Es verdad que un campo santo suele ser un espacio abierto, con árboles, flores y otras plantas, lo que sí hay por el lugar ya que así es la Amazonía de generosa. Entrega a raudales su naturaleza, haciendo sentir vivos hasta a los “muertos”.
Faltaría ver cuántos más fallecen en Santa Rosa, hasta el 1 y 2 de noviembre; Día de los muertos y de todos los Santos. Ver de qué modo pasan esa fecha emblemática en el calendario. ¿Qué rituales podrían hacer?
Porque también se conoció que hay personas enterradas, como un motocarrista que llegó de Tarapoto; que no tenían familia. Sin embargo, la vida les deparó ese lugar para que puedan dormir eternamente.
Sin duda, un “cementerio” sin las características conocidas de los campos santos. Un lugar fraternal entregado para los muertos sin cementerio que ahora hay en la frontera peruana. No olvidar que antes los acogía el cementerio de Tabatinga Brasil. Un espacio que muestra lo paupérrimo que es ese centro poblado fronterizo.
Luz Marina Herrera Lama).