EL SIMBOLISMO DE CAÍN Y ABEL.

POR: JUAN SORGUI VARGAS.

En la biblia cristiana, en el libro de Génesis, existe un relato en el que se crea al personaje traidor y envidioso por excelencia  de la humanidad: Caín. Yo  no sé quién bautizó a este ser humano con esta nomenclatura, lo cierto es que en nuestra sociedad, desde hace siglos, las familias rechazan poner este nombre al hijo varón, de tal manera que en el orbe existen pocos bautizados con este título.

En el colegio  y en los templos, desde que fuimos pequeños, nos enseñan, lo malo que fue Caín y lo bueno que fue Abel, quien comete según el relato  un acto repudiable, incluso dicen «tienes los genes de Caín».

 

Los autores de biblias ilustradas, nos muestran a un Caín con tremenda quijada de no sé qué animal, que creo aún no se ha extinguido a pesar de la contaminación, blandiendo el arma que asesina al pastor de ovejas que fue Abel. Cuentan los que escribieron el relato que  Abel despertaba la envidia de su hermano al llevar al  altar un hermosa y gorda  oveja no transgénica para agrado de Dios. Caín no podía hacer esto. La misma biblia cuenta que era un agricultor por lo tanto solo llevaba, supongo, una buena yerba a papá lindo. En muchas iglesias, hasta se han hecho cantos, motivan al redil  con este pasaje,  para que ponga en el aljovin todo lo que tiene en su bolsillo, dejándole hasta sin  pasaje, por lo que de yapa como penitencia por tanto pecado cometido durante la semana tiene que caminar docenas de cuadras.   Porque, según los pastores, sino pones lo que tienes ya no eres grato a Dios. Qué tal raza.

 

Científicos,  teólogos y humanistas del mundo, durante mucho tiempo han analizado  esta alegoría bíblica, y si bien es cierto que reconocen que Caín mató a Abel, no fue de la manera en que se relata y en la que nos enseñan al pie de la letra los profesores de religión o lo que promueven los pastores, para dejarnos como palo de gallinero sin lavar. No, lo cierto es que con Caín se inicia la revolución neolítica que ha permitido al mundo llegar a tener esta tremenda población humana, casi de 7000 millones. Caín representa al agricultor y productor moderno de alimentos y otros bienes para  millones de coterráneos. Abel es el que pasta sus ovejas en prados que le da la naturaleza, es decir depende de los cambios climáticos (que ya existía desde esa época sin que haya aun la sociedad industrial) Caín, no, es un hombre visionario, moderno tecnológicamente. Es un hombre que debe ser valorado en toda su dimensión como protector de su especie.

 

¿Qué hubiese pasado si Abel  prevalecía en aquel mundo? Hoy, sin la tecnología del cultivo de plantas y animales no estaríamos comentando este pasaje. Caín es el que en la actualidad utiliza todos los conocimientos científicos para mejorar el agua que si se puede tomar, para descontaminarla (nada se crea nada se destruye todo se transforma). Este hombre considerado como malo y traidor por los que interpretan mal la palabra, es el que representa al genético, al médico,  al domesticador de animales para beneficio de la inmensa población, al cultivador de hortalizas, al productor de pollos y huevos, al acuicultor. Abel, tiene su representación, felizmente que ya se están extinguiendo, en aquellos que predican que hay que vivir recolectando y cazando y pescando (aunque sea con tradicionales métodos del barbasco y la huaca)   pero que comen y beben rico lo que produce el Caín actual. Algunos sabios especialistas dicen, en nuestra Región,  la carretera Iquitos-Nauta, no es apta para agricultura, entonces para qué pues están los organismos de investigación y los de promoción. Para solucionar este problema mediante métodos modernos de la tecnología, agricultura y acuicultura.

 

Miren solo el caso de la revolución verde en los desiertos de Israel, áreas de arena no aptas para la agricultura, hoy convertidas, mediante la tecnología de los Caínes, en verdes prados y crianza de todo tipo de animales para provecho de la humanidad. Caín no es pues el hombre que nos pintan los malos intérpretes de la palabra. En el fondo tendríamos que seguir el ejemplo de este ser humano que inició la revolución neolítica, matando al recolector y  al pastor, y agradecerle porque sin el manejo de los cultivos y domesticación de animales y plantas no estaríamos vivos. Si queremos seguir el ejemplo de Abel, mejor hay que eliminar las universidades, los organismos de investigación y buscar ovejas para pastearlas y depender de la madre naturaleza y ya no cumplir con lo que Dios mandó: Ir y reproduciros. Abel como algunos de sus seguidores  solo nos llevarán a la edad de piedra y  no está bien