Esta semana las autoridades de salud han confirmado la muerte de dos niños de la comunidad nativa Alianza Capahuari, y que además varios indígenas están enfermos por deshidratación. Los dos pequeños no resistieron y para ellos la deshidratación fue fatal. Será posible concebir que estando rodeados de agua nuestra gente se muera de sed.
Muchos se preguntarán, pero, por qué no toman el agua suficiente para evitar enfermarse. Y otra gente dirá es un problema cultural, la gente no tiene educación en prevención, y, en parte, no dejan de tener razón, pero no es precisamente lo que ocurre en aquella humilde comunidad de Alianza Capahuari, que tuvimos la oportunidad de conocer hace 22 años cuando la OXI ocultaba y negaba los derrames de petróleo.
Esta comunidad indígena fue una de las primeras comunidades afectadas por la falta de responsabilidad social de una empresa que con millonarias ganancias no abordaron debidamente, en el marco de la ley, los posteriormente llamados pasivos ambientales. El derrame había ocurrido en la quebrada Capahuari, a unas dos horas en peque peque distante de la ubicación del Oleoducto.
Somos testigos de la desgracia medioambiental. Alianza Capahuari no solamente se quedó sin su mercado que representaba la quebrada, en donde pescaban y se abastecían de otras especies como motelos, sajinos, paujil y otros. También esta comunidad indígena del distrito del Pastaza fue condenada a nunca más tener agua limpia, dentro de los estándares de limpieza de una quebrada; porque tampoco era agua potable, pero había vida acuícola, y el agua lo podían utilizar para el aseo diario, la cocina previa asentada y hervida del agua. Nunca más, la quebrada fue herida de muerte.
Nosotros lo vimos, todo era como en una película de terror, árboles de color negro, ramas negras, hojas negras y el agua parecía brea. Nos quedamos sin reacción, nuestros ojos no alcanzaban a comprender tamaño perjuicio. En la orilla de la comunidad, como siempre las canoas amarradas sobre agua de quebrada que brillaba por efectos del derrame, ahí la gente se bañaba, y siguieron haciendo lo mismo en estas dos últimas décadas.
Si bien la empresa construyó un pozo artesiano para beneficiar a la comunidad, esta se malogró al poco tiempo, y nadie se presentó a repararla. No hay que ser adivinos para asentir que la gente de ese lugar sigue consumiendo agua contaminada. Y por obvias razones consumen mucho menos agua que antes de la contaminación petrolera. Y esta semana, la muerte de los dos niños por deshidratación, porque no tomaron suficiente agua segura, nos llena de nostalgia e impotencia.





