“Chivo expiatorio”

Estamos en una sociedad donde nos gusta engañarnos a nosotros mismos y nos falta encarar los problemas desde una mirada más profunda, objetiva y que busca cambios de actitudes para conseguir resultados positivos frente a los males que nos aquejan.
Sin embargo, tal vez sea nuestra propia impotencia que nos impulsa a buscar “chivos expiatorios”, para sacudirnos de nuestra propia responsabilidad por más mínima que sea, que, sumada a la sacudida de las responsabilidades directas de otros o de instituciones, dan como resultado: que sólo uno tiene la culpa.
Es como estar todos en un escenario, criticando, y no asumiendo nuestras propias deficiencias para que algo tan importante como la seguridad ciudadana, no haya funcionado hasta el momento. Y sabemos que carecemos de logística, de infraestructuras, equipamientos, personal mínimo necesario para una ciudad como Iquitos de casi 600 mil habitantes, etc.
Frente a la alta criminalidad todos han apuntado al jefe policial de Loreto, que también con ciertas declaraciones apresuradas ha contribuido a que sea la “piñata” en este momento grave que vivimos de asaltos, robos, crímenes, extorsiones, secuestros, y lo más estremecedor el “sicariato”.
Es más que obvio que con el cambio del jefe policial de Loreto, nada va cambiar (y no nos engañemos), si es que las entidades de los diferentes niveles de gobierno, principalmente del gobierno central no inyectan los presupuestos necesarios y de emergencia, para que disminuya en gran parte la ola delincuencial urbana y que se va extendiendo a los sectores rurales, donde la vulnerabilidad es mucho mayor.
En varias zonas del país, vienen reaccionando ante la lentitud de reacción del gobierno nacional por el tema logístico, de formar sus propias rondas vecinales para defenderse de los delincuentes, y como hace poco dijimos, además que no hay que ser adivinos, que avanzamos peligrosamente a enfrentarnos entre civiles.
La delincuencia que tenemos actualmente es el resultado de un proceso de más de treinta años, por lo menos, por varias razones, una de ellas el debilitamiento de la formación educativa en valores desde la casa, en la escuela y en la comunidad. El simple hecho de comprar cosas robadas por su bajo precio que parece inofensivo, va deformando, corrompiendo la mente y devaluando el respeto.
Hagamos una lista de todo lo indebido, y nos daremos cuenta que somos parte de toda esta convulsión social. Hoy queda ir cambiando de actitud y a las autoridades de turno queda actuar con mano dura, con la firmeza de la ley, con la modificación de normativas respecto a los delitos comunes y penales, así como la inyección presupuestaria con resultados, así como la erradicación de los presuntos “cupos intra-policiales”, imprecisiones fiscales y dudosas sentencias que estarían neutralizando la lucha efectiva contra el delito en cualquiera de sus formas.