Bosques y desarrollo

Por: José Álvarez Alonso

Desde el avión parece la selva amazónica: un bosque casi continuo, aunque interrumpido de cuando en cuando por amplias carreteras y, en ciertas zonas, casas medio escondidas en medio del bosque. Se trata de los estados del noreste de Estados Unidos, Vermont, Massachussets y New York, los estados más antiguos y poblados, parte de las 13 primeras colonias de la Unión. Hace menos de 100 años todo este paisaje estaba cubierto de granjas, con pastos y cultivos incluso en las laderas de las montañas; menos del 20 % del territorio estaba cubierto de bosque.

En 1927 catastróficas inundaciones asolaron toda la cuenca del Mississippi, produciendo daños incalculables y matando a cientos de personas en diez estados del centro y sur de Estados Unidos. Unos años después, a principios de la década de los años 30, una serie de gigantescas tormentas de polvo arrasó con el suelo fértil en las llanuras cerealistas del centro de Estados Unidos, provocando daños también incalculables. La causa de estas catástrofes, la deforestación y las prácticas agrícolas insostenibles.

Pese estar sumido el país en la Gran Depresión, el Gobierno Federal  tomó una serie de medidas drásticas para reducir la vulnerabilidad ante eventos climáticos, e impulsó un agresivo plan de reforestación en el Este y manejo de suelos en los “cinturón granero”, incluyendo barreras de vegetación y otras técnicas agrícolas para mitigar la pérdida de suelos. El Estado compró cientos de miles de hectáreas de propiedades privadas para reforestarlas, mayormente granjas establecidas sobre suelos marginales y tierras frágiles, como de cabeceras de cuenca y zonas altas pendientes.

En el Estado de Vermont, por ejemplo, se creó en 1932 el Bosque Nacional Green Mountains, de unas 400 000 hectáreas. En total fueron más de seis millones de hectáreas de granjas privadas destinadas a recuperar el bosque y crear áreas protegidas y áreas de manejo forestal (bosques nacionales). Hoy en medio de bosques maduros se puede observar las reliquias de estas granjas, como cercos de piedra, ruinas de casas o estanques, como pude comprobar hace unos años en el Parque Nacional Shenandoah, creado en los años 30 en Virginia. Gracias a estas políticas de reforestación, ha disminuido tremendamente la vulnerabilidad a eventos climáticos, algo inestimable en el escenario de cambio climático que está provocando tantas calamidades en el Mundo. La agricultura se ha concentrado en las tierras más fértiles y en los estados con tierras más fértiles, como los del Medio Oeste.

Los funcionarios del Servicio Forestal de los Estados Unidos (USFS) explican a la delegación peruana de visita en el Estado de Massachussets que estos bosques se han convertido también en una importante fuente de ingresos y recreación para la población. En ellos se cosecha, además de madera de pino, roble, y otras especies, y jarabe de arce (maple syrup), tan apreciado por los norteamericanos para sus panqueques. Y también fauna silvestre: la industria de los deportes vinculados a las áreas naturales mueve miles de millones de dólares al año. Estos incluyen la caza y la pesca deportivas, la observación de aves y otras actividades similares.

Se calcula que la caza deportiva mueve unos 150 mil millones de dólares anuales en todo el país. Los observadores de aves, que suman entre 55 y 60 millones en Estados Unidos según el USFS, mueven al año más de 35 mil millones de dólares en viajes y equipos. Un dato sorprendente para nosotros: los cazadores deportivos proveen la mayor parte del dinero que se gasta en conservación en Estados Unidos. Además de las licencia de caza de los casi 10 millones de cazadores, se recauda dinero de los impuestos a las armas y municiones de caza y otros equipos relacionados, y de las multas.

Después de casi un siglo de experiencia, el manejo de fauna es sumamente eficiente: todos los años las agencias responsables en los estados establecen las cuotas de cosecha de cada especie permitida de acuerdo con las recomendaciones de los biólogos. Algunas especies animales se han recuperado tanto desde los años 20 en que se comenzó a manejar los bosques y regular la caza, que están creando problemas con la capacidad de carga de los ecosistemas, y por interferencia con humanos, y tienen que establecer medidas de reubicación o caza sanitaria.

Hace un poco menos de un siglo, en el Estado de Massachussets  apenas quedaban unos cientos de ciervos cola blanca, y especies como el alce, el oso negro, o el pavo habían sido extirpados del Estado. Cuando se encontraban huellas de un ciervo salía la noticia en los periódicos, nos cuenta John Organ, el carismático directivo del USFS que guía a la delegación peruana. Hoy hay más de 100 000 ciervos, solo en este estado, y más de un millón en el vecino estados de New York, que también alberga un cuarto de millón de pavos silvestres, y unos 7 000 osos negros (en Massachussets hay unos 40 000 pavos y 4 000 osos). Los números de otras especies de fauna son también impresionantes, incluyendo alces, castores, y por supuesto otras especies menores, como los gansos, patos, mapaches, coyotes y conejos.

Kevin Richardson, veterano de Vietnam, y miembro de un club de cazadores en el oeste de Massachussets, nos explica que para algunas especies el desarrollo les salió muy caro: el salmón de la Costa Este de EE.UU. está  en peligro debido a las represas. Como no pueden surcar los ríos hasta las cabeceras para desovar, el Gobierno tiene que capturar a los adultos que emigran, inducir la reproducción en laboratorio, levantar los alevinos en piscigranjas, y llevarlos al mar para liberarlos, un costo enorme que sería imposible que asuman países como el Perú, donde no tenemos salmón pero sí grandes bagres (zúngaros) que surcan los ríos para desovar en las cabeceras.

Hay quienes defienden la ampliación de la frontera agrícola en la Amazonía poniendo como ejemplo el desarrollo agrícola americano, donde se tuvo que enmendar errores, recuperar tierras cultivadas para bosques (¡pese a que eran mucho más fértiles que nuestros pobres suelos amazónicos!)  y concentrar la agricultura en las tierras realmente aptas para ello. Ahora que algunas empresas están buscando talar cientos de miles de hectáreas de bosques en Loreto y Ucayali para plantaciones de palma de cuestionable sostenibilidad ecológica y social, deberíamos aprender del norte y no andar un camino que ellos han desandado a un alto costo. Máxime en un escenario de cambio climático, donde conservar y manejar los bosques es la mejor medida de adaptación y mitigación de los extremos climáticos que se avecinan.